lunes, 14 de diciembre de 2015

CALLOS DE BACALAO EN SALSA VERDE

Como ya conté en este otro post, callos de bacalao al estilo tradicional, me gustan mucho los callos de bacalao (y repito que no son parte del estómago, sino la vejiga natatoria del pez, la que le permite flotar). Cocinados de esta forma resultan más finos, más como de fiesta, que no tiene nada que ver con el sabor. Son muy diferentes, cada uno puede tener su preferido. A mí me costaría elegir.
Ingredientes:

  • 2 kg. de callos desalados, limpios y escaldados*.
  • 1/2 kg. de almejas.
  • 1 cucharada de harina.
  • 5 dientes de ajo.
  • Perejil picado.
  • AOVE y sal.




*Para ver con detalle como los desalo y los limpio, podéis visitar la citada publicación, pero, en resumen, los tengo 24 horas en agua, que cambio 2 o 3 veces, les quito la telilla negra que tienen y los escaldo en agua hirviendo.
Las almejas las voy poniendo en agua con sal y las tengo al menos una hora. 




Una vez limpios los callos, los parto en 3 o 4 trozos, depende del tamaño del callo y del gusto de cada uno.







Pongo aceite de oliva virgen extra (AOVE) en la cazuela, pico el ajo en láminas, las echo al aceite y cuando están un poco doradas, pongo la cucharada de harina, lo rehogo un poco, que se haga la harina, y voy echando agua (o caldo), hasta encontrar el punto de espesura que me guste. 


Introduzco los callos y los dejo cocer en la salsa una media hora, probándolos, hasta que estén tiernos. También se pueden cocer los callos primero, como hice en la otra receta, pero así también quedan bien. 
Las almejas que tenía en agua y sal, las lavo y las abro en una cazuela con un poco de aceite y ajo picado (se pueden abrir en la cazuela sin más, sólo al calor, o al vapor). Lo hago aparte por si alguna tiene arena, que nos estropearía la receta.  


Según se van abriendo las voy pasando, con cuidado, desechando las cerradas, a la cazuela de los callos, lo espolvoreo con el perejil y lo dejo cocer todo junto unos minutos más, pocos para que las almejas no se queden gomosas. Rectifico de sal a última hora, si fuera necesario.



Y.... A COMER!!!




lunes, 16 de noviembre de 2015

SANTANDER: SENDA LITORAL I

Noviembre. Magnífico tiempo aquí, en Cantabria. Disculpa perfecta para darnos un paseo por el litoral de Santander, nuestra preciosa capital. Una maravilla. Con mis dos soles:

Dejamos el coche en la parte de arriba de la playa de Mataleñas y ya esa primera vista de la playa (con gente bañándose en Noviembre, en Cantabria!!!), del Campo de golf de Mataleñas, del Palacio de la Magdalena, del Puntal, del hotel Real, de las montañas al fondo,..., es indescriptible!!!
Desde allí subimos andando por un prado en dirección al faro de Cabo Mayor, siempre por el borde costero, pasando por un mirador, una plataforma, donde hubo un cañón en tiempos de la guerra civil, deleitándonos con el espectáculo.

Subimos por unas escaleras hasta el faro y fuimos a tomar un tentempié en el bar (mi hija decía "pero si acabamos de empezar", pero por si no había otra oportunidad más adelante...):
Bajamos por un prado por detrás del bar en dirección al mar. Este es el tramo más costoso del camino, poca cosa, pero es donde hay más pendiente. Y empezamos a disfrutar de la falta de ruido (sólo el del mar). Es una senda muy clara, debe de pasar mucha gente por allí por lo que los caminos están muy bien marcados:



















Seguimos por todo el borde, viendo las distintas formas que el tiempo y la fuerza del agua y el viento han hecho a lo largo de todo el litoral.
Enseguida, mirando hacia atrás vemos el camino seguido:
Llegamos al Puente del Diablo, que actualmente ya no existe (me refiero al original, el de piedra), puesto que se cayó creo que en 2010. Yo tengo una foto con mi amiga Tere pasando por ese "puente", un día que salimos a despejarnos con Eduardo. Ahora han hecho un puente de madera para salvar esa parte del camino:
Más adelante vimos una construción en piedra, el Panteón del Inglés, mandado construir por José Jackson Veyán, en memoria de su gran amigo, el inglés  William Rowland, que murió en un trágico accidente cuando ambos paseaban por allí a caballo, un día en que el mar estaba bravo. El caballo se desbocó con el rugir de las olas, el inglés se cayó, desnucándose, y el caballo rodó hasta el mar. A pesar de su nombre, no guarda ningún resto, sólo es un recuerdo de amistad:


Continuamos disfrutando del entorno. Cuando nos pareció que el sitio era especialmente agradable y cómodo, nos pusimos a comer. No nos dimos cuenta que justo al lado teníamos un par de gorilas enfadados, quizás porque no les ofrecimos nada. Eso sí, algo de nuestra comida les debió de sorprender mucho porque se quedaron de piedra (vosotros también les podéis ver, ¿verdad?):


Mientras comíamos, el mar se fue embraveciendo:

Lo cual no pareció importunar a las aves marinas, como esta garceta, que también disfrutaba del espectáculo, eso sí, en primera fila:
Las olas parecían haber roto algún vidrio en mil pedazos, para poder lucir brillantes, mágicas, con sutiles reflejos,...:
Momentos para descansar. Y mirar. Y escuchar. Y...: 
...Y tocar. No pudimos resistir la tentación de bajar a tocar el agua. No estaba demasiado fría, teniendo en cuenta que estamos en Noviembre...:
Es curioso como, en pocos metros, el paisaje cambia totalmente, incluso de color. Aquí parecía una laguna en el Mediterráneo:
El litoral no deja de sorprendernos por las formas tan ingeniosas que la meteorología ha tallado a lo largo del tiempo. Al fondo, por detrás de la cabeza de mi niña, se ve lo que llaman el "elefante cogiendo agua del mar":
En esta foto se aprecia bien lo que anduvimos, ya que al fondo, a lo lejos, se puede ver el Faro de Cabo Mayor. En total, me han salido unos 5 km. (y otros tantos de vuelta, claro), más o menos, a medio camino hasta la Maruca. Aquí había un pequeño altar en recuerdo de un joven:
De regreso, tuvimos tiempo de hacer un poco el tonto con nuestras propias sombras:
De fijarnos con detalle en otra de las figuras esculpidas en la roca. Yo veo el perfil de la cara de una sirena, el mascarón de proa que ponen en algunos barcos  ¿y vosotros? lo veis ¿verdad?:
De disfrutar del día, del momento, del mar, de ellos, sobre todo de ellos...:
Subiendo la última cuestecilla hacia el faro:
Los colores eran más potentes a esta hora de la tarde:
Y poderlo enmarcar con los restos de una construcción de hormigón, que forma parte de lo que fue una batería de costa republicana de los tiempos de la guerra civil, un lujo:
Llegamos al coche, cuando las sombras ya tomaron posesión de la playa de Mataleñas, con el campo de golf en el Cabo Menor, apenas lamido por el sol:
 Antes de terminar, no quería dejar de expresar mi total desacuerdo con quienes se les ocurrió en su momento levantar una valla para marcar esta senda (ayuntamiento de Santander). Lo veo totalmente innecesario, que no aporta nada positivo, antes bien al contrario, puesto que destrozan un paisaje perfecto. Por suerte, no soy la única que lo piensa y actualmente la obra está parada por protestas de los vecinos, aunque ahora, en algunos tramos, está penoso por los restos de la valla. Juzgar por vosotros mismos, esto es a la altura del Panteón del Inglés:
 Y esto junto al campo de fútbol de Cueto:
Esta es la ruta sobre el mapa, no tiene pérdida, es muy fácil y clara, y continua hasta Liencres. Dependiendo del tiempo que tengamos y las ganas de andar podemos hacer más o menos km. Yo pienso hacerla completa, aunque sea así, en etapas:

jueves, 8 de octubre de 2015

PEÑA LUSA Y ALTO DE IMUNIA

Otro fin de semana que aprovechamos para airearnos por la montaña. En esta ocasión decidimos subir al alto de Imunia y a Peña Lusa desde el Portillo de la Sia, paso de montaña este, que comunica el Valle del Asón en Cantabria con el Valle de Trueba en Burgos. El pasado marzo estuvimos en este puerto con una interesante nevada (os lo conté aquí), cuando hicimos una excursión por los miradores del Asón, y ya pensamos en la posibilidad de hacer esta ruta cuando no hubiera nieve.
Empezamos siguiendo la pista del parque eólico ( los molinos de la derecha, si miramos para Burgos).

Al finalizar esta, vemos que sigue un sendero muy claro hacia el Alto de Imunia:

Tras una subida por un camino herboso y superando un pequeño cortado llegamos a Imunia (1535m.), con un paisaje un tanto sobrecogedor. Me recuerda a un cementerio (los hoyos son restos de trincheras, con lo cual pienso que algún muerto habrá quedado en esas tierras):
En realidad son jitos gigantes que debido a la abundancia de rocas tipo pizarra, son muy fáciles de levantar y que se mantengan.:
Yo no pude resistir la tentación de participar en la construcción de semejantes obras (en los normales, los pequeñitos, siempre pongo mi piedrita):

Continuamos nuestra marcha ahora un poco hacia el norte. Vemos Castro Valnera, la cumbre más alta de las montañas pasiegas, como os contaba aquí, a la cual subimos hace un par de semanas.

Nosotros continuamos por la cumbre, siempre teniendo de frente la Peña Lusa y un poco más a la izquierda el Picón del Fraile con la gran bola:
Así llegamos a un punto donde yo pensaba que era imposible continuar. A nuestros pies el Collado de Tramasquera (1400 m.). Una bajada casi en vertical (por lo menos a mí me lo pareció) y casi inexpugnable, jajaja. Pero ahí estaba el hombretón encontrando las marcas verdes para ir bajando. En algún punto había que sentar el culo y bajar casi a tientas, bueno, eso yo, que seré un poco torpe. Eso sí, yo perfectamente mimetizada con el entorno:

Esto es lo que acabábamos de bajar, visto desde la otra parte:
Ahora tocaba volver a subir. La rabia que da volver a subir lo que habíamos bajado... Aquí justo comimos, pero enseguida seguimos.
Teníamos que ir ladeando varias formaciones calcáreas (pedazos de montañas diría yo) siempre pensando que tenía que estar cerca la subida a la Peña. Nos cruzamos con varias vacas (como las rodeadas por el circulito amarillo) en sentido contrario y en algún momento me parecía imposible que pudiéramos pasar por donde las veíamos a ellas. Pues sí. Pasábamos. Como dos campeones.

Hacia la parte de Burgos se veía un bosque de hayas que descendía hasta la carretera de Lunada:

Continuamos subiendo, bordeando otra pared, por la que no parecía posible subir a la cima. Vimos un collado, el Bustarejo, con un monolito en el centro:

Nos asomamos a la vertiente cántabra, con un gran hoyo. Continuamos por el borde de la pared hasta que ya vimos que no había forma de subir a la cima, hasta el Collado de las Escalerucas, por encima del Becerril. Desde allí las vistas del valle de Soba son maravillosas.

 En el camino, sobre las piedras, había marcas verdes, las seguimos hasta que ya vimos que no había manera de subir al alto y nos dimos cuenta que las marcas seguían como en dirección al Pico del Fraile o hacia abajo, hacia la carretera, así que nos volvimos con la sensación de que no habíamos encontrado la subida, todo era así:
Y para abajo, así:

Entonces nos encontramos con 3 chicos que subían corriendo, sí, sí, corriendo (juventud, divino tesoro) y les preguntamos. Uno de ellos bajó con nosotros hasta encontrar la subida, no estaba fácil, hasta él, que conocía muy bien la zona y que acababa de bajar, dudaba!!! Pero la encontró y para arriba, pero, al principio, de esta manera:

Enseguida la subida se hizo más herbosa (no sé qué prefiero):
Llegando casi arriba encontramos una flecha roja muy "clarita":
Y por fin, arriba, hicimos cumbre. A estas alturas satisfecha y orgullosa de mí misma:

Ahora tocaba bajar, con sus dificultades propias:
Desanduvimos el camino, mucho más rápido que para subir. Las vacas que nos encontramos primero pacían plácidamente en una "llanura" de rica "hierba", justo antes de llegar al Collado Tramasquera :

Y ahora había que afrontar aquello que no podía quitar de mi cabeza: subir aquella pared. Mi marido decía que iba a ser mucho más fácil subir que bajar y tenía razón, nada que ver, en 10 minutos estábamos arriba:

Mirando hacia atrás, con la peña allá arriba y las vacas tan tranquilas:
Ahora tocaba ir en dirección a Imunia, la montaña del mordisco, pero sin llegar al alto tomamos un sendero en dirección a los molinos:

Así terminamos la ruta, ya bastante tarde, porque, en realidad, anduvimos más de lo previsto, lo cual a estas alturas, me alegra, puesto que las vistas desde el final de nuestro caminar, estuvieron muy bien. Acabé muy cansada, pensando que era la más dura de las últimas que habíamos hecho. Mi marido decía que no, que yo no tendría buen día. Y tenía razón (jooo, otra vez), porque no me han dolido nada las piernas. O a lo mejor es que estoy en buena forma, no?