miércoles, 29 de abril de 2015

TARTA DE QUESO Y .....FRESAS!!!


Es que es la época de las fresas y hay que sacarlas todo el partido posible, ¿no os parece?. Así que os presento otra forma de hacer una tarta de queso. Os va a encantar.

Ingredientes:
-Base de galletas:
  • 200 gr. de galletas.
  • 100 gr. de mantequilla.
-Relleno de queso:
  • 500 gr. de queso de untar (Philadelphia).
  • 80 gr. de azúcar.
  • 40 gr.(4 cuch. rasas aprox.) + 10 gr. (1 cuch. rasa) de maizena.
  • 1 cuch. de esencia de vainilla.
  • 3 huevos medianos.
  • 60 ml. de leche.
  • Ralladura de 1/2 limón.
-Salsa de fresas:
  • 100 gr. de fresas.
  • 40 gr. de azúcar.
  • 1 cuch. de zumo de limón.
-Gelatina de fresa:
  • 100 gr. de fresas (+ otros 100 gr. para adornar, opcional)
  • 1/2 sobre de gelatina sabor fresa (o neutro, o 2 hojas).
  • 30 gr. de azúcar.
  • 1 cuch. de zumo de limón.

Lo primero forramos la base del molde con las galletas trituradas y mezcladas con la mantequilla a punto de pomada (yo usé un molde desmontable de 30 cm. de diámetro y es demasiado grande, mejor más pequeño). Usé galletas Digestive y las trituré en la picadora de la batidora, pero sirve cualquier galleta que os guste y se pueden aplastar con la mano.  Apretamos bien por la base y lo subimos un poco por las paredes del molde. Lo metemos al frigo para que endurezca.

Ahora hacemos la salsa de fresas:
Trituramos los 100 gr. de fresas, los 40 gr. de azúcar y la cucharada de zumo de limón, lo colamos para quitar las pepitas y lo ponemos a cocer durante unos 5 minutos hasta que comienza a espesar. Lo movemos con las varillas para que no se pegue. Reservamos.

Crema de queso:
Batimos los 500 gr. de queso con los 80 gr. de azúcar, 40 gr. de maizena y la cucharada de esencia de vainilla (o similar).


Cuando ya esté cremoso, vamos añadiendo los 3 huevos pero de uno en uno: no incorporamos el siguiente hasta que el anterior no se haya integrado del todo. 










Seguido incorporamos los 60 ml. de leche y la ralladura de 1/2 limón. Así tendremos una crema muy fina.








Lo dividimos en 2 partes iguales y a una de ellas le añadimos la salsa de fresas que teníamos reservada y los 10 gr. de maizena (1 cucharada sopera rasa).









Ahora lo vamos echando en el molde, mezclándolo, es decir echamos un poco blanco, un poco rosa,....





Lo metemos en el horno precalentado a 150º durante 50 minutos aproximadamente (depende del horno), hasta que se vea que está duro, aunque por el centro baile un poco. Se deja otra hora en el horno cerrado. Después ya se saca, se deja enfriar y se mete al frigo hasta el día siguiente (está mejor de un día para otro).

Una vez fría se le pone la gelatina por encima (yo lo hice al día siguiente también). Para ello, trituramos los otros 100 gr. de fresas, los 30 gr. de azúcar y la cucharada de zumo de limón. Colamos para quitar las pepitas. En la mitad disolvemos la gelatina y la otra mitad la ponemos al fuego y hacemos como indique el fabricante de la gelatina. La dejamos templar y la echamos por encima de la tarta (debemos rallar un poco la base antes para que la gelatina se fije mejor, a mí se me olvidó hacerlo y al partir en porciones se resbala).


Al poco tiempo, cuando haya endurecido un poco, lo adornamos a nuestro gusto: En mi caso, partí unas fresas en láminas finas y las fui colocando alrededor, echando un poco de la gelatina por encima con una cucharita. La metemos al frigo hasta que cuaje.







La desmoldamos y tendremos esto.









Y cuando ya toca comerla tendremos esto:
Insisto en que está muy rica y aunque así explicada parezca complicada, una vez que tienes los ingredientes a mano, se trata de hacer una mezcla con el queso, otra con las fresas para la salsa, y la gelatina al final. También se puede adornar con mermelada de fresa como otras tartas de queso, yo lo he hecho así por cambiar un poco. También insisto en que hubiera quedado mejor en un molde más pequeño: el corte sería más alto y hubiera lucido más el juego de colores.

viernes, 24 de abril de 2015

CUEVA DE POZALAGUA

Teníamos pendiente visitar la cueva de Pozalagua en el valle de Carranza, (País Vasco, pero muy cerca de Cantabria), desde hace bastantes años, concretamente desde 2009 (de memoria no andamos mal, jajaja), año en que un grupo de 7 + Joy, hicimos una ruta hasta el Picón del Carlista. Desde el pico se ve, hacia la parte vasca, la entrada a la cueva y pensamos que había que verla. Y allá que nos fuimos, porque ¿para qué dejar para mañana lo que podemos hacer hoy?
Con los GPS y los Maps de Google no hay ningún problema para llegar, está muy bien señalizado y se aparca justo al lado de la entrada. Yo llamé antes de ir por si había que reservar hora, pero me dijeron que no, a no ser que fuéramos un grupo de 10 o más. Llegamos a las 13:10, sacamos la entrada (7 €/adulto) y entramos a las 13:30. Nos juntamos un grupo de unas 20 personas. Lo primero se bajan unas escaleras y después se anda toda la cueva por una pasarela metálica, todo ello apto para discapacitados.


Lo peor de todo es que no se pueden sacar fotos en el interior. Me hubiera vuelto loca, porque qué maravilla!!! 
La entrada de la cueva está a unos 500 m. sobre el nivel del mar y es una gran sala de 125 m. de largo, 70 m. de ancho y 12 m. de altura máxima.
La cueva tiene su historia negra: fue descubierta por casualidad tras una voladura en la explotación minera de las Peñas de Ranero , en los aledaños, en 1957. Cuando se decidió cerrar la mina para no seguir dañando la riqueza de la cueva, los obreros, ofuscados por perder su trabajo, pusieron una carga más potente de lo normal a la entrada consiguiendo que el interior sufriera daños terribles, se pueden ver durante la visita. La concesión se mantuvo hasta 1976 y la cueva se abrió al público en 1991.


La visita es guiada y dura 1 hora escasa. Lo que tiene de especial esta cueva son las excéntricas, una variedad más de las formaciones por depósito de minerales en las cavidades o cuevas, como las estalactitas o las estalagmitas, que también existen en la cueva. Todos entendemos como se forman estas últimas, pero las excéntricas es más difícil de comprender. Pero, tranquilos, no sólo para nosotros, también los expertos tienen sus dudas y tras varias hipótesis desechadas parece que la capilaridad (aquello de que si mojamos el bajo del pantalón, al cabo de un tiempo la humedad te llega a las rodillas, jajaja) y los ejes de cristalización parecen ganar terreno. Es una cueva viva, se cree que las formaciones crecen 1 cm. cada 100 años, por lo cual es muy importante no tocar.

Aquí también podemos dejar volar nuestra imaginación. Yo vi brujas y enanos!!!

La temperatura dentro de la cueva es constante, de 13º C. y la humedad ronda el 100% por lo que hay que llevar ropa de abrigo.

De cualquier forma, el resultado es espectacular (como no podía hacer fotos dentro, hice alguna en los carteles informativos de fuera, aunque no reflejan, ni con mucho, lo que podemos ver dentro, la verdad).


Esta otra foto, cogida de la página de Petronor, refleja un poco más fielmente la realidad. Una maravilla.


Durante la visita se llega a lo que llaman Sala Versalles, que reune la mayor cantidad de excéntricas, donde había un lago, hoy prácticamente seco.

Desde ahí, si abrieran un paso, nos encontraríamos con la sima o torca del Carlista, cuya entrada se encuentra por arriba, por el Picón del Carlista. Esta sima tiene una gran sala, la más grande de Europa y la quinta del mundo, de 500 m. de longitud, 230 m. de anchura y 125 m. de altura. Se requieren conocimientos y medios para bajar, tiene 92 m. de caída libre.
Lo que en su tiempo fue la mina de calamina, hoy han hecho una especie de anfiteatro donde, en verano, se celebran conciertos, la acústica es perfecta.

Los cortes en las paredes parecen de mármol, pero sólo es piedra caliza cortada con hilo de diamante que le da ese aspecto. Subiendo por la parte de atrás de las gradas se llega a una especie de plataforma, muy frecuentada por las cabras, por cierto, desde donde se tiene una vista espectacular de la entrada por detrás (no son tontas ellas...). Desde ahí tomé la foto del principio.  

En resumen, no dudéis en ir a verla si tenéis oportunidad. A mi marido le gustó más la del Soplao, yo recuerdo que aquella me maravilló pero esta también.

viernes, 17 de abril de 2015

TARTA DE FRESAS Y NATA


Tenía esta receta guardada en la recámara de mi pobre memoria ya hace bastante tiempo, pero casi se me pasa el tiempo de las fresas, jajaja. No necesita horno. Es muy rica, muy sencilla, muy vistosa y nos da ideas para otras tartas. Probadla!!!

Ingredientes:


-Para la capa de nata (blanca):
  • 100 gr. de queso Philadelphia.
  • 250 ml. de nata para montar.
  • 250 ml. de leche entera.
  •   60 gr. de azúcar.
  •     1 sobre de cuajada.
  • Sal.

-Para la capa de fresas (rosa):
  • 200 gr. de fresas maduras (unas 7-8 fresas de buen tamaño)
  • 250 ml. de nata para montar.
  • 250 ml. de leche entera.
  •  60 gr. de azúcar.
  •   2 sobres de cuajada.
  • Sal.
Yo hice primero la capa blanca (depende como quieres que te quede al final).

Para ello ponemos todos los ingredientes en una cazuela al calor, de sal una pizca, removiendo constantemente para que no se pegue, hasta que se disuelva el queso. Cuando comience a hervir, lo apartamos del calor, que se baje el hervor, y lo acercamos otra vez al calor. 








Cuando vuelva a hervir lo vertemos en el molde (yo usé uno que tengo desmontable de corona y lo engrasé un poco). Este puede ser cualquiera, pero si tiene alguna forma queda más bonito. Lo metemos al frigo mientras hacemos la capa rosa.






Para la capa rosa, lo primero trituramos las fresas con la leche en la batidora. Después lo colé para quitarle las pepitas de las fresas. Podemos colar las dos mezclas para que no quede ningún grumo.



En una cazuela ponemos ahora todos los ingredientes y hacemos lo mismo: lo removemos constantemente para que todo se mezcle, lo llevamos a hervir, lo retiramos un momento, que baje el hervor, y lo volvemos a poner al calor. 






Cuando suba el hervor de nuevo, lo retiramos.




Ahora sacamos el molde del frigo, que ya habrá endurecido algo. Lo rayamos un poco con un tenedor para que queden bien unidas las capas.









Echamos la mezcla rosa encima con mucho cuidado, cucharada a cucharada o poniendo el cucharón en el medio para que no caiga de golpe y no se mezclen las capas (que tampoco pasa nada).






Lo metemos otra vez al frigo durante 3-4 horas mínimo (yo la hice la víspera) y ya se puede desmoldar, en mi caso dándole la vuelta. Y yo creo que, si el molde tiene alguna figura, no necesita más adorno. Pero si es liso se puede adornar al gusto, con fresas por ejemplo.

También eché un poco en un molde individual, de cristal y queda perfecto. Se pueden poner las capas al revés, de hecho, la próxima vez que lo haga, pondré la capa rosa la primera para que quede arriba. Y podemos poner otros sabores. 
Pero eso es .... otra historia, jajaja. Espero que os guste, ya me contaréis!!!!

Vuelvo a editar este post para enseñaros la foto de otra tarta hecha igual que esta de fresa, pero poniendo la capa de color arriba (como ya os dije que iba a hacer) y cambiando el color, o sea, utilizando melocotón en almíbar en lugar de fresas. Esto da más opciones porque puedes utilizar diferentes frutas aunque estén fuera de temporada. Así también queda muy rica... y muy vistosa, ¿no os parece?:
 Sólo hay que cambiar los 200 grs. de fresas por 240 grs. de melocotón en almíbar y poner primero esta capa en el molde y encima la de nata para que al darle la vuelta nos quede así. Yo también le puse un poco de colorante alimentario amarillo (un tubito de 10 grs.), para que quede el color más intenso. Y este fue el resultado, no sobró nada, si me descuido no hago ni la foto:

miércoles, 15 de abril de 2015

CUENCA

Nunca había estado en Cuenca. Y ya era hora!!! El Jueves Santo estuvimos en Madrid y el Viernes por la mañana, sin madrugar (sólo faltaba), pusimos rumbo a Cuenca. Ultimamente había leído mucho sobre esta provincia, que, la verdad, nunca me había llamado demasiado la atención. Pero ahora pensamos que era el momento, por diversas circunstancias. Entramos en la capital y lo primero paramos en una oficina de turismo, como siempre, y ahí nos aconsejaron donde aparcar. Nosotros teníamos intención de hacerlo en la parte alta de la ciudad, donde está el Castillo, pero debido a las procesiones estaba cortado el paso por todo el casco histórico. Dejamos el coche en un amplio aparcamiento  en la zona nueva, en la parte más baja y subimos andando. Lo primero buscamos donde comer. No era tarde, pero habíamos decidido intentar comer pronto para evitar los problemas de otras veces y la verdad que tuvimos mucha suerte. Comimos bien, sin más.
Y comenzamos nuestra visita turística a la ciudad de Cuenca. Subimos por la calle de la derecha del río Huécar, viendo ya las Casas Colgadas. La verdad es que yo pensaba que eran más, pero sólo quedan 3, que aunque han sido remodeladas, mantienen los balcones de madera suspendidos en el aire.

Pasamos al lado del Auditorio y llegamos hasta el Parador de Cuenca, antiguo Convento de San Pablo, encaramado sobre la Hoz del Huécar. Pudimos ver el claustro, convertido en terraza. Aún así, se respiraba serenidad. La iglesia estaba cerrada. Cruzamos el famoso puente de San Pablo, que cruza hasta el casco histórico, junto a las Casas Colgadas (no colgantes, que a los conquenses no les gusta nada que se les llame así). En esas casas está el Museo de Arte Abstracto Español, único en el mundo, recomendado en todos los foros que había leído. Estaba cerrado, como todo en ese día de Viernes Santo. Tarea que nos quedaba pendiente. Desde aquí las vistas hacia el Parador eran espectaculares:
Parador y puente de San Pablo

Callejeando subimos hasta la Plaza Mayor presidida por la Catedral y el Ayuntamiento. También cerrado. La Plaza estaba ocupada por los pasos de Semana Santa, que iban subiendo, y por muuuuuchisima gente:
Ayuntamiento


Tomar fotos de los edificios alrededor de la plaza, y, sobre todo de la Catedral, no era tarea fácil:

Decidimos seguir hacia el Castillo, a ver si para la vuelta estaba más despejado. Subimos por la calle San Pedro, con muchas callejuelas a ambos lados que permitían asomarse hacia un río, el Huécar, o hacia el otro, el Júcar. Desde uno de estos miradores tomé esta foto en la que, como veis, destaca el color del agua, no tiene ningún filtro, es de ese color. Os propongo un juego: a ver si encontráis otra cosa curiosa!!! (Pista: está en las rocas, me lo contáis en los comentarios).


Nuestra meta era el Castillo; subimos unas escaleras por lo poco que queda del mismo, en busca de la supervista de Cuenca. Pues no, la foto preciosa está pasando el Arco de Bezudo:


Allí descansamos un poco y nos hidratamos, que hacía mucho calor.
Empezando a bajar otra vez, bordeamos el Archivo Histórico Provincial y nos metimos por detrás de la Fundación Antonio Pérez, ubicada en el antiguo convento de las Carmelitas Descalzas. Pasamos por detrás de la iglesia de San Pedro, por la ronda de Julián Romero, todo ello por la parte del Huécar, asomándonos a los miradores sobre el río y pasando por varias callejuelas y pasadizos como la del Cristo del Pasadizo, con su leyenda, romántica y trágica. Por si sentís curiosidad, aquí la podéis leer, aunque os aconsejo visitar Cuenca y leerla in situ.

Seguimos bajando hacia la Plaza Mayor, para ver si se había descongestionado un poco y, sí, ya se habían vuelto a llevar la mayoría de  los pasos. Visitamos entonces la iglesia del Convento de las Petras, que da también a la Plaza pero bajando unas escaleras. La fachada, rosa, es muy austera y no te imaginas cómo es por dentro, con tan rica ornamentación:

A partir de aquí, seguimos por el lado del Júcar, más callejuelas, y bajamos por una larga escalinata hasta llegar a la iglesia de San Miguel, hoy habilitada para conciertos.
Seguimos bajando, ya en dirección del coche, y durante un rato nos incorporamos  a las procesiones:

Tras callejear otro poco nos fuimos a coger el coche, que estábamos ya cansados, y a tomar posesión de nuestros aposentos. No fue fácil conseguir alojamiento para esas fechas. En la capital todo estaba completo. Al final di con este hostal, en plena Serranía de Cuenca, justo enfrente de la entrada a la Ciudad Encantada, y muy bien, sin ningún lujo pero correcto. 
De camino, decidimos ir a ver el Ventano del Diablo, un mirador sobre una garganta del río Júcar, con sus aguas de fantástico color verde.
También tiene su leyenda que habla de que el mirador fue hecho por el diablo, claro, con intención de que todo el que se asomara a ver las increíbles vistas, se tropezara y cayera estampándose con las rocas. Ahora han puesto barandillas para protegernos jajaja:

Continuamos hasta la Laguna de Uña. No nos gustó nada, había nubes de mosquitos:

Y ya al hotel. Abrimos las maletas, descansamos un poco y cenamos allí mismo. Vaya. Una duchita, un repaso a mis apuntes y a dormir. Por la mañana, tras desayunar fuimos a coger las entradas para la Ciudad Encantada. Las cogimos con guía (costaban 5 € o 6 € con guía). Un acierto, nos lo enseñó una chica encantadora, que vivía lo que nos contaba. Este sitio es para dejar volar nuestra imaginación. Cada uno ve lo que quiere o lo que puede, pero realmente hay figuras muy curiosas, muestras de lo que la erosión es capaz de hacer a lo largo del tiempo en un tipo de roca muy heterogénea. El recorrido es de menos de 3 km., durante unas 2 horas, sin dificultades. Es una finca particular y forma parte del Parque Natural de la Serranía de Cuenca.
Entre las muchas fotos, que por cierto, no dan mucha fe de lo que se ve en directo (y no soy de Cuenca, jajaja), he escogido estas, con el nombre oficial:

Cara de hombre:

Puente Romano:

Mar de Piedra:

Lucha elefante cocodrilo (yo aquí veo un gesto cariñoso entre 2 delfines, pero lo que más me llamó la atención es cómo los árboles se han tenido que adaptar a la roca, deformándose)

Y el famoso Tormo Alto, símbolo de la Ciudad Encantada:

Cuando salimos nos alegramos de la ubicación de  nuestro alojamiento, porque había una enorme cola para entrar, mientras que nosotros, como nos quedamos allí mismo, estábamos entrando de los primeros, a las diez y media, mucho más tranquilos y con menos calor. 
Cogimos el coche y nos fuimos camino del nacimiento del río Cuervo. Cuando llegamos era la hora de comer y como los restaurantes que hay donde está el aparcamiento, estaban a tope, nos fuimos al pueblo más cercano. Encontramos un restaurante de comida casera, miramos y había sitio. Y dimos con una camarera en su primera vez. Pedimos vino rosado frío, sí, sí, por supuesto. Estaba del tiempo, le pedimos una cubitera con hielo y nos trajo un vaso con cubitos porque nos dijo que ¿para qué iba a traer toda la cubitera?. Cuando la expliqué que no iba a echar cubitos al vino, sino meterlo en el hielo para enfriarlo, nos trajo la cubitera con los cubitos, en seco. Claro, no se enfrió... y alguna otra cosa nos pasó de este estilo, muy graciosa.
Bueno, pues después ya iniciamos la rutita del río. Hay un amplio aparcamiento y una pasarela de madera, apta para discapacitados, hasta las cascadas. La verdad es que no tenía mucha agua pero el sitio es idílico:

Continuamos por la derecha de las cascadas hasta el nacimiento propiamente dicho: el agua surge por una hendidura de la roca.


El regreso se puede hacer por la otra margen del río: un bonito paseo de, aproximadamente 1,5 km. en total, junto al río, de aguas transparentes y heladas.
Desde aquí, cogimos de nuevo el coche y seguimos hacia el norte, dirección Beteta. Entramos a ver una de las Lagunas de El Tobar. Esta nos gustó más, no había mosquitos, jajaja:

También visitamos el Balneario de Solán de Cabras, por aquello de conocer también la competencia (vivo junto al Balneario del Agua de Solares). El trayecto entre el Puente de Vadillos y el Balneario es muy bonito, nos recordaba al desfiladero de la Hermida, aquí en Cantabria. Fuimos a ver Priego, que ya pertenece a la Alcarria, un tranquilo pueblo de tradición alfarera y con plantaciones de mimbre (la primera vez que he visto esas plantaciones).
Volvimos a Cuenca para cenar antes de recogernos a nuestros aposentos, asistiendo a una bonita puesta de sol por tierras alcarreñas. Buscamos un bar de tapas que me habían recomendado, La Ponderosa, justo al lado de la Diputación Provincial, en una calle con muchos bares. Cenamos raciones de setas, mollejas, morteruelo y tomate con bonito. Riquísimo todo. Pero lo mejor, la atención de uno de los dos hermanos que llevan el negocio. Al ir a pagar nos dijo que esperáramos un poco, que nos iba a traer algo. Un postre espectacular. Voy a intentar hacerlo, porque nos explicó lo que era: pan frito mojado en vino, confitura de tomate y miel. Uhhmmm, se me hace la boca agua ...  
El domingo, después de desayunar nos bajamos de nuevo a Cuenca para visitar la Catedral que nos había quedado pendiente, pero no pudimos porque no se abría al público hasta la una y media y se nos hacía tarde. Aprovechamos para ver las tiendas de esas calles y comprar mi campanita:
Otra tarea pendiente era visitar el museo de Arte Abstracto Español. Está ubicado en la Casas Colgadas y asomarte desde alguna de sus salas es un espectáculo, lo mejor (me declaro una ignorante de tomo y lomo, jajaja):

De la exposición, ¿qué decir?, pues que es, eso, abstracta. Hay obras de Chillida, Cesar Manrique, Oteiza, Saura, Tapies, Teixidor, ..., y, por supuesto de Fernando Zóbel. Por mostraros una obra, esta es un óleo sobre lienzo de A. Saura, titulada Brigitte Bardot:

Una vez que salimos y bajando hacia la parte nueva, volvimos a fijarnos en la posición de las Casas Colgadas: definitivamente, no me gustaría vivir en el casco antiguo.

Nos volvimos a encontrar con las procesiones correspondientes al domingo de Resurrección y me gustó ver un paso llevado por chicos y chicas:

La hora de comer. Otra odisea. Por la mañana habíamos llamado a otro restaurante de los recomendados, el mesón Darling, pero estaba completo. Así que buscamos algo sobre la marcha. No volvimos a La Ponderosa porque no hay donde sentarse. Encontramos uno con muy buena pinta, pero nos pusieron en una mesa entre corrientes de aire (y eso que llegamos los primeros), que nos hizo pasar un rato más bien desagradable, aunque yo comí muy bien. 
Y así acabó nuestra visita a Cuenca. Después ya nos fuimos para Madrid. 
¿Mi opinión? La ciudad es muy costosa y sin mucho que ver en  lo que a edificios se refiere, pero los paisajes tanto los que se ven desde lo alto de la ciudad, como los que vimos por la zona de la Serranía- Alto Tajo- la Alcarria me sorprendieron muy gratamente.
¿Conocéis Cuenca? ¿qué deberíamos haber visto? Gracias por vuestros comentarios.