lunes, 7 de marzo de 2016

PENINSULA DE LA LASTRA EN EL EMBALSE DEL EBRO

Ese sábado de febrero, el pronóstico del tiempo no era muy halagüeño por la costa, así que optamos por irnos al interior, a la zona de Reinosa, concretamente estuvimos en la Península de La Lastra, en el embalse del Ebro. Allí tampoco hacía demasiado bueno, pero no llovía. Hacía un aire de ..., sobre todo al principio, pero ¿qué es eso para unos chicarrones del norte como nosotros? 
Nos dirigimos a Orzales, por la CA-171, a unos 7 km. de Reinosa. Un poco más adelante y justo antes de llegar al cruce hacia Quintana, está el puente de la foto, donde comenzaba nuestra ruta. Ya llegamos a mediodía, por lo que, lo primero que hicimos, previendo que en la ruta igual no encontrábamos mejor ocasión, fue buscar un barito donde tomar un aperitivo y después una panadería donde comprar un pan, que por esa zona es muy bueno. Así que tomamos el piscolabis en Monegro (un poco más adelante) y compramos el pan y comenzamos la ruta en Orzales. Cruzamos el puente nuevo en el coche y aparcamos al otro lado. Este puente permite pasar por encima de un brazo del pantano que bordea Orzales y llegar a la península de La Lastra. Nos abrigamos bien y comenzamos siguiendo la pista que nos quedaba a la izquierda:
Enseguida comenzamos a ver el perfil del camino a seguir:
La vegetación, ahora en invierno, es mas bien escasa, claro, pero los bardales y los setos tenían ese color amarillento que habla de la dureza del clima en esta época del año, creando marañas como esta:

Aunque para las vacas y caballos, había buenos pastizales. La nieve todavía tardaría un par de semanas en cubrir estas praderías. Al fondo el puente que cruzamos:
En poco rato llegamos a un cruce donde optamos por seguir por el lado del agua en lugar de ir hacia un centro medio-ambiental, que había hacia la derecha. En esta zona, municipio de Campoo de Yuso, hay unas cuantas iglesias que ves casi al tiempo, del mismo estilo arquitectónico. Esta es, creo, la de Monegro:

En Bustamante comimos en una parada de autobús, resguardándonos del frío. Por esta parte está el istmo por donde se accede de forma natural a la península. Nosotros continuamos,  y poco después ya vimos la iglesia, en cuyo portalillo también podíamos haber comido:


Desde allí continuamos por un camino que bordeaba ya el pantano propiamente dicho. Enseguida nos encontramos con una especie de central de aguas, unos enormes tubos azules, que, la verdad rechinaban un poco a la vista. Por aquí se puede acceder fácilmente al agua, un arenal que supongo que en verano se convertirá en la "playa" de la zona:
Cerca, el camino nos lleva hasta una una finca del MOPU, donde se regula la cuenca alta del río Besaya, con un letrero de prohibido el paso. Justo por su derecha, hay un caminito que bordea dicha finca y nos permite continuar la ruta. Por allí el aire debe ser muy puro porque había setos como estos, cubiertos de líquenes, tan resistentes a las condiciones metereológicas más adversas y, sin embargo, muy sensibles a la polución:

Por aquí, esa gran masa de agua, parecía confundirse con un mar. El camino, a través de praderías manchadas por arbustos aquí y allá:
Esta parte fue, quizás, una de las más complicadas, porque a veces no se veía por donde poder continuar el camino. Tuvimos que bajar a un regato y cruzar entre árboles o arbustos con un desarrollado mecanismo de defensa: unos pinchos que se te clavaban hasta el alma, jajaja:

Desde aquí íbamos viendo la otra ribera del embalse, con la famosa torre de la iglesia de Villanueva de las Rozas, que es lo único que emerge de las aguas y es más o menos visible según la altura del agua del pantano.
Detalle de la torre de la iglesia, hoy utilizado como mirador y al que ahora se accede por una pasarela de madera:
Y así llegamos, para nuestra sorpresa, a una valla cerradísima que nos impedía continuar hacia adelante. Desde allí veíamos un mirador de madera hacia el pantano (toda esta zona es excepcional para observar aves acuáticas), pero no pudimos seguir. Veíamos unos carteles colgados, llegamos hasta ellos pero estaban borradas, sólo entendíamos algo de animales salvajes y, por si acaso, no nos atrevimos a cruzar, cosa harto difícil de todas formas. Después he leído que en 2003 se abrió un centro medioambiental gestionado por la Fundación Alto Ebro, esta desapareció 5 años después  y acabó por cerrarse en 2013, con lo cual esto ha quedado de aquella manera... espero que vuelvan a retomar el proyecto porque creo que reúne condiciones por su potencial turístico y medioambiental. El caso es que teníamos por delante un cerramiento como este desde la orilla del agua hasta donde llegaba nuestra vista: 
Subimos junto a ella por si más arriba había un paso, resquilando por paredes verticales imposibles (jeje):
 Pero llegando al final, como los valientes:
Pero no hubo suerte, la valla continuaba. Estábamos en un meseta, desde donde se veía el pantano en casi toda su extensión (toda no, que son 22 km. de largo)
Hacia el otro lado había una especie de laguna con unos casetos-miradores en el centro. Supongo que será un sitio protegido para las aves:
Así que tuvimos que volver hacia atrás, eso sí, por la zona alta, no volvimos a bajar. Enseguida encontramos caminos que nos llevaron hasta una pista que discurría entre bosques y prados. Por esa parte había muchos acebos. Me encantan los acebos. Por un claro pudimos ver una de las imágenes más bonitas que yo he visto. Las montañas de Alto Campoo, con un poco de nieve en las cumbres, y las cigüeñas disfrutando tanto como nosotros. ¿No es una imagen bonita? Pues está aquí, en Cantabria:

Y llegamos a un bosque. Un bosque encantado. Donde seres de otros mundos ¿resquilaban? por los árboles:


Seguimos la pista siempre hacia la izquierda y cuando pudimos, cruzamos por prados con sus cerramientos y sus alambradas para saltar, sorteando el agua que inundaba aquellas brañas, pero nada se nos ponía por delante después de casi ser atacados por las afiladas armas de los arbustos, de casi ser devorados por animales salvajes, de casi no saber por donde seguir, de casi despeñarnos por paredes de difícil acceso, de casi ser devorados por monstruos que prefirieron engullir árboles, de casi desaparecer en aquellas aguas pantanosas, ... Y así llegamos otra vez al camino por el que empezamos, pudiendo ver de frente y con la luz del atardecer lo que por la mañana dejábamos a nuestras espaldas:
A esta hora hice la foto de la portada, que, por cierto y aunque lo parezca, no está en blanco y negro (y no tiene ningún filtro ni modificación).
Y así llegamos al puente donde dejamos el coche, con la pena de no haber completado la vuelta a la península pero con muchas risas y muchas conversaciones en nuestra mochila. 
Detalle del puente viejo, con sus 34 ojos, junto al nuevo:
Desde allí nos acercamos hasta la iglesia de San Román, en Orzales, con su elegante espadaña o campanario y la curiosa torre hexagonal junto a ella.
Nos queda pendiente dar la vuelta en la otra dirección, a ver hasta donde llegamos...
El mapa del recorrido que hicimos:

1 comentario:

  1. qué aventureros soys... resquilando por paredes de piedra..

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