lunes, 21 de marzo de 2016

PASTEL JAPONÉS SENCILLÍSIMO!!!

En efecto, no puede ser más sencillo de hacer y, además, sólo lleva 3 ingredientes (más el azúcar glass, para adornar, pero es opcional). Ahora está muy de moda, algunos dicen que es la tarta más sencilla y más rica del mundo. Si la hacéis veréis que es cierto.
Ingredientes:
  • 160 gr. de chocolate.
  • 160 gr. de queso de untar (tipo Philadelphia).
  • 4 huevos.
  • Azúcar molido (opcional).







Lo primero, derretimos el chocolate en el microondas, poco a poco. Yo lo puse primero 20 segundos, lo miré y después otros 10 y ya lo tenía.

Untamos un molde (yo de cristal de 20 cm.) con mantequilla.
Separamos las yemas de las claras. En un bol mezclamos las yemas y el queso de untar.  




Así es que tenemos un molde preparado, un bol grande con las claras, otro con las yemas y el queso mezclados y otro con el chocolate fundido.






En el bol grande, montamos las claras a punto de nieve como expliqué aquí: Empezamos batiendo despacio hasta que salga un poco de espuma, seguimos batiendo a máxima velocidad hasta que se formen puntas rígidas que se mantengan en las varillas.



Incorporamos las claras a punto de nieve a la mezcla del chocolate, el queso y las yemas, con cuidado para que no se bajen (con movimientos envolventes).





Vertemos la mezcla en el molde engrasado.
Lo metemos al horno precalentado a 180º, calor arriba y abajo, y con una bandeja con agua (unos 2 dedos), para hacerlo al baño María. Lo dejamos 15 minutos, lo bajamos a 170º, otros 15 minutos, lo apagamos dejándolo dentro del horno otros 15 minutos y ya lo tenemos. 




Si vemos que se dora mucho por arriba lo tapamos con papel de aluminio. A mí no me hizo falta.







Lo dejamos enfriar un poco, pasamos un cuchillo por el borde y lo damos vuelta con un plato (se despega muy fácil).




Ahora le damos otra vez la vuelta al plato de presentación (para que lo dorado quede arriba).






Cuando esté frío lo cubrimos con azúcar molido si queremos. Es mejor poner el azúcar cuando lo vayamos a comer porque si no os pasará como a mí: le hice la víspera (de San José), le eché el azúcar por encima y al día siguiente había desaparecido (se lo comió la tarta, que es muy golosa), lo tuve que volver a poner a la hora de comerlo (de cenar para ser exactos).

El resultado es un pastel jugoso, fino, suave y muy sabroso, nada empalagoso, de una textura parecida al puding.

Sólo le encuentro una pega, y es que no sale muy grande, que por una parte está bien, que hay que cuidarse, pero cuánto le hubiera gustado a mi madre comer más....
Animaros a hacerlo, 3 ingredientes nada más. No os vais a arrepentir!!!



martes, 15 de marzo de 2016

PAN CASERO FÁCIL, FÁCIL:

Hace tiempo que leía por las redes que mucha gente estaba probando a hacer pan casero y, como soy muy curiosa, he estado buscando hasta que encontré esta receta en la que no se necesita ningún tipo de aparato para amasar (es que ni se amasa), ni se tiene que dejar reposar, ni ná, es muy fácil de  hacer y el resultado, ya veréis, os va a encantar, sobre todo por la satisfacción de hacer tu propio pan.
Ingredientes:

  • 280 gr. de harina de fuerza.
  • 175 ml. de agua.
  • 1 cucharada de aceite de oliva.
  • 1 pastilla de levadura fresca (25 gr.)
  • 1 cucharadita de sal.
  • 4-5 cucharadas de semillas  (de lino, de amapola, de sésamo, pipas de girasol, de calabaza,...)
  • 1 puñado de nueces (opcional).
Lo primero, en un bol grande ponemos el agua con la cucharada de aceite y la cucharadita de sal y lo metemos al microondas 10 segundos (sólo templarlo).




Echamos la pastilla de levadura fresca y lo removemos hasta disolverla.










Añadimos la harina (pasada por un colador para tamizarla), las semillas (dejando unas pocas para adornar el pan por encima) y los frutos secos que queramos poner.










Mezclamos hasta que esté todo integrado.










Espolvoreamos la encimera con un poco de harina, ponemos la masa y con las manos le damos la forma que queramos: redonda, alargada,... Si vemos que está muy pegajosa añadimos un poco de harina y si vemos que se agrieta, agregamos un poco de agua.



Ahora necesitamos un recipiente apto para el horno que tenga tapa. Esta es la gracia de esta receta. Hemos de tapar el pan para que se forme vapor y consigamos una corteza triscante. Si no tenemos recipiente de cristal con tapa también podemos taparlo con papel de aluminio, y también creo (esto no lo he probado) que se puede hacer en bolsas aptas para hornear.


El recipiente lo engrasamos con un poco de aceite y la ayuda de papel de cocina y metemos la masa dentro. Le damos unos cortes con un cuchillo afilado, pincelamos con un poco de aceite y espolvoreamos con las semillas que reservamos.






Lo metemos tapado al horno que estará apagado (este es el otro quid de la cuestión: partimos de frío, al ir calentando poco a poco, ayudamos a que la masa suba, acelerando el proceso y por eso no necesitamos dejarlo reposar). 




Lo ponemos a 220º, calor arriba y abajo, en la parte central del horno, durante 45-50 minutos, hasta que la superficie esté dorada.


Lo sacamos, abrimos con cuidado de no quemarnos con el vapor. Podemos comprobar si está hecho, dándole unos golpes al pan por debajo al sacarlo: si está hecho sonará a hueco.











Lo dejamos enfriar sobre una rejilla:







Cuando esté frío, ya lo podemos cortar en rodajas. No tiene nada que ver con el pan blanco normal que comemos habitualmente. Las semillas, las nueces, le dan un toque especial.



Este fin de semana hice pan el sábado para cenar, lo acabamos  y el domingo volví a hacer (que a mi niña le gusta mucho y estaba aquí), pero cogí un trozo de masa y le metí dentro un trozo de chorizo, lo puse en otro recipiente de cristal tapado con albal y los horneé juntos. Quedaron perfectos.








El panecillo preñado estaba riquísimo!!!







Se puede comer sólo o acompañar con un buen embutido, o jamón, o hacer una tosta de lo que se nos ocurra y si, como yo, tenéis una mermelada casera, con un queso de vuestro gusto.... uhmmm, delicioso!!!!
También creo (no me ha dado tiempo a probarlo, porque siempre lo hemos acabado), que se puede congelar partido en raciones, se saca cuando se necesite y si lo pasas por el tostador, creo que la tostada está buenísima. La próxima vez que haga pan voy a hacer ración doble y hago dos al mismo tiempo, aprovechando mejor el horno, y congelo uno.
No dejéis de probarlo, la satisfacción de hacer tu propio pan, que además no da ningún trabajo, es un plus.

lunes, 7 de marzo de 2016

PENINSULA DE LA LASTRA EN EL EMBALSE DEL EBRO

Ese sábado de febrero, el pronóstico del tiempo no era muy halagüeño por la costa, así que optamos por irnos al interior, a la zona de Reinosa, concretamente estuvimos en la Península de La Lastra, en el embalse del Ebro. Allí tampoco hacía demasiado bueno, pero no llovía. Hacía un aire de ..., sobre todo al principio, pero ¿qué es eso para unos chicarrones del norte como nosotros? 
Nos dirigimos a Orzales, por la CA-171, a unos 7 km. de Reinosa. Un poco más adelante y justo antes de llegar al cruce hacia Quintana, está el puente de la foto, donde comenzaba nuestra ruta. Ya llegamos a mediodía, por lo que, lo primero que hicimos, previendo que en la ruta igual no encontrábamos mejor ocasión, fue buscar un barito donde tomar un aperitivo y después una panadería donde comprar un pan, que por esa zona es muy bueno. Así que tomamos el piscolabis en Monegro (un poco más adelante) y compramos el pan y comenzamos la ruta en Orzales. Cruzamos el puente nuevo en el coche y aparcamos al otro lado. Este puente permite pasar por encima de un brazo del pantano que bordea Orzales y llegar a la península de La Lastra. Nos abrigamos bien y comenzamos siguiendo la pista que nos quedaba a la izquierda:
Enseguida comenzamos a ver el perfil del camino a seguir:
La vegetación, ahora en invierno, es mas bien escasa, claro, pero los bardales y los setos tenían ese color amarillento que habla de la dureza del clima en esta época del año, creando marañas como esta:

Aunque para las vacas y caballos, había buenos pastizales. La nieve todavía tardaría un par de semanas en cubrir estas praderías. Al fondo el puente que cruzamos:
En poco rato llegamos a un cruce donde optamos por seguir por el lado del agua en lugar de ir hacia un centro medio-ambiental, que había hacia la derecha. En esta zona, municipio de Campoo de Yuso, hay unas cuantas iglesias que ves casi al tiempo, del mismo estilo arquitectónico. Esta es, creo, la de Monegro:

En Bustamante comimos en una parada de autobús, resguardándonos del frío. Por esta parte está el istmo por donde se accede de forma natural a la península. Nosotros continuamos,  y poco después ya vimos la iglesia, en cuyo portalillo también podíamos haber comido:


Desde allí continuamos por un camino que bordeaba ya el pantano propiamente dicho. Enseguida nos encontramos con una especie de central de aguas, unos enormes tubos azules, que, la verdad rechinaban un poco a la vista. Por aquí se puede acceder fácilmente al agua, un arenal que supongo que en verano se convertirá en la "playa" de la zona:
Cerca, el camino nos lleva hasta una una finca del MOPU, donde se regula la cuenca alta del río Besaya, con un letrero de prohibido el paso. Justo por su derecha, hay un caminito que bordea dicha finca y nos permite continuar la ruta. Por allí el aire debe ser muy puro porque había setos como estos, cubiertos de líquenes, tan resistentes a las condiciones metereológicas más adversas y, sin embargo, muy sensibles a la polución:

Por aquí, esa gran masa de agua, parecía confundirse con un mar. El camino, a través de praderías manchadas por arbustos aquí y allá:
Esta parte fue, quizás, una de las más complicadas, porque a veces no se veía por donde poder continuar el camino. Tuvimos que bajar a un regato y cruzar entre árboles o arbustos con un desarrollado mecanismo de defensa: unos pinchos que se te clavaban hasta el alma, jajaja:

Desde aquí íbamos viendo la otra ribera del embalse, con la famosa torre de la iglesia de Villanueva de las Rozas, que es lo único que emerge de las aguas y es más o menos visible según la altura del agua del pantano.
Detalle de la torre de la iglesia, hoy utilizado como mirador y al que ahora se accede por una pasarela de madera:
Y así llegamos, para nuestra sorpresa, a una valla cerradísima que nos impedía continuar hacia adelante. Desde allí veíamos un mirador de madera hacia el pantano (toda esta zona es excepcional para observar aves acuáticas), pero no pudimos seguir. Veíamos unos carteles colgados, llegamos hasta ellos pero estaban borradas, sólo entendíamos algo de animales salvajes y, por si acaso, no nos atrevimos a cruzar, cosa harto difícil de todas formas. Después he leído que en 2003 se abrió un centro medioambiental gestionado por la Fundación Alto Ebro, esta desapareció 5 años después  y acabó por cerrarse en 2013, con lo cual esto ha quedado de aquella manera... espero que vuelvan a retomar el proyecto porque creo que reúne condiciones por su potencial turístico y medioambiental. El caso es que teníamos por delante un cerramiento como este desde la orilla del agua hasta donde llegaba nuestra vista: 
Subimos junto a ella por si más arriba había un paso, resquilando por paredes verticales imposibles (jeje):
 Pero llegando al final, como los valientes:
Pero no hubo suerte, la valla continuaba. Estábamos en un meseta, desde donde se veía el pantano en casi toda su extensión (toda no, que son 22 km. de largo)
Hacia el otro lado había una especie de laguna con unos casetos-miradores en el centro. Supongo que será un sitio protegido para las aves:
Así que tuvimos que volver hacia atrás, eso sí, por la zona alta, no volvimos a bajar. Enseguida encontramos caminos que nos llevaron hasta una pista que discurría entre bosques y prados. Por esa parte había muchos acebos. Me encantan los acebos. Por un claro pudimos ver una de las imágenes más bonitas que yo he visto. Las montañas de Alto Campoo, con un poco de nieve en las cumbres, y las cigüeñas disfrutando tanto como nosotros. ¿No es una imagen bonita? Pues está aquí, en Cantabria:

Y llegamos a un bosque. Un bosque encantado. Donde seres de otros mundos ¿resquilaban? por los árboles:


Seguimos la pista siempre hacia la izquierda y cuando pudimos, cruzamos por prados con sus cerramientos y sus alambradas para saltar, sorteando el agua que inundaba aquellas brañas, pero nada se nos ponía por delante después de casi ser atacados por las afiladas armas de los arbustos, de casi ser devorados por animales salvajes, de casi no saber por donde seguir, de casi despeñarnos por paredes de difícil acceso, de casi ser devorados por monstruos que prefirieron engullir árboles, de casi desaparecer en aquellas aguas pantanosas, ... Y así llegamos otra vez al camino por el que empezamos, pudiendo ver de frente y con la luz del atardecer lo que por la mañana dejábamos a nuestras espaldas:
A esta hora hice la foto de la portada, que, por cierto y aunque lo parezca, no está en blanco y negro (y no tiene ningún filtro ni modificación).
Y así llegamos al puente donde dejamos el coche, con la pena de no haber completado la vuelta a la península pero con muchas risas y muchas conversaciones en nuestra mochila. 
Detalle del puente viejo, con sus 34 ojos, junto al nuevo:
Desde allí nos acercamos hasta la iglesia de San Román, en Orzales, con su elegante espadaña o campanario y la curiosa torre hexagonal junto a ella.
Nos queda pendiente dar la vuelta en la otra dirección, a ver hasta donde llegamos...
El mapa del recorrido que hicimos: