miércoles, 25 de mayo de 2016

PEDREÑA-PONTEJOS POR LA COSTA

Este invierno hicimos varias rutitas por aquí cerca. Una de ellas fue esta de la senda costera que comienza en Pedreña y termina en Pontejos, pasando por Elechas. Pese a  que está muy cerquita de mi casa es una zona que apenas conozco y que me sorprendió muy gratamente. Y digo que apenas conozco cuando en realidad debería decir que apenas recuerdo, porque cuando era pequeña iba a la playa de Elechas con mis tíos y mis primas, pero no recuerdo nada, la verdad; es más, ahora que lo he visto, no me suena de nada, no sé donde podíamos ir. Habrá cambiado mucho. En cuanto a Pedreña, sí que voy a la playa, sobre todo al principio de la temporada, porque está muy protegida, pero no me gusta para bañarme. La parte costera de Pontejos no la conocía.
Fuimos en febrero, a finales, un sábado que estaba mi hija. Como podréis apreciar en las fotos, hacía un día espectacular y pude hacer unas fotos preciosas, con una luz especial, al menos a mí me lo parece, a ver que opináis vosotr@s.
Dejamos el coche en el aparcamiento de la playa de Pedreña, junto al puerto y allí mismo empieza una senda que al principio es de madera para atravesar el arenal, y después continúa por un paseo de losas con una barandilla:
Después ya es un camino que va bordeando la costa, separándose del mar en algunos puntos. Alguna zona está un poco descuidada, la verdad, pero no merece la pena tenerlo en cuenta, porque el resto, la mayoría, es precioso.


En algún momento pudimos ver bandadas de gaviotas, posadas en la misma roca, donde parecía imposible que cupieran todas, con el Palacio de Festivales de Santander al fondo:
Dejarse mecer por estas tranquilas aguas, a bordo de esta barquita..., uuufff, no, que está haciendo agua (pero no se hundió)!!!

Más tarde continuamos por el borde del campo municipal de golf La Junquera, con un cerramiento arbóreo interesante, para protegernos de algún pelotazo (o bolazo):

Pero la cerca no nos impidió ver estampas como esta:



Seguimos bordeando el campo de golf hasta el final, donde comienza una ligera cuesta que nos permite ver la bahía de Santander:
Con la Península de la Magdalena de frente:
Continuando por el paseo de lascas, y ya descendiendo hacia Elechas, nos encontramos con el puente que vemos desde Pedreña, una especie de pantalán por el que van tubos que transportan el combustible que necesita la cercana empresa Dynasol (antigua Calatrava), desde barcos que llegan a Santander. Estos dos no pueden negar ser padre e hija: igualita postura (¿postureo cántabro?, jajaja):

Continuamos por una pista entre prados hasta llegar a lo que llaman la punta de Elechas, viendo la isla de la Hierba (en la foto de debajo) y la isla de Marnay o de los Ratones un poco más lejos (en la foto de arriba):
Continuamos por la pista que queda como en lo alto de la loma que nos permite ver la bahía de Santander hacia la izquierda y Peña Cabarga y otras montañas hacia la derecha:
 Un poco más adelante, también podíamos ver, y casi a tiro de piedra, el aeropuerto y el puerto deportivo de Marina del Cantábrico:
 Ya bajamos hacia el cementerio de Elechas y pasamos por debajo de los tubos de Dynasol que aquí se elevan formando una especie de arco para permitir el acceso al cementerio.
Pasando por detrás del mismo, estamos de nuevo a la orilla del mar, junto a lo más recóndito de la ensenada de San Bartolomé, con rocas muy oscuras y aguas perezosas:
Enseguida pasamos junto a una empresa que parece fuera de lugar y un poco abandonada. Llegamos a las islas de San Juan, siendo la más importante la Campanuca, la más grande, porque en ella se encontraron restos arqueológicos que demuestran su ocupación en época romana y medieval y que sirvió de refugio a los pontejanos durante la guerra civil.
El camino llega hasta aquí. Nos volvimos por el mismo sitio hasta el cementerio.
 Desde aquí, decidimos ir por la pista que acompaña a los tubos. Mi marido, que pasa en bici, sabía que hay una barrera un poco más adelante, como para impedir el paso (han hecho un camino por un lado de la barrera, para pasar), con cámaras durante el resto del tramo, y por eso no pasamos por allí cuando vinimos, pero como vimos gente que se lo saltaba, pues nosotros también (creo que no se puede impedir el paso). Desde aquí vimos aterrizar y despegar a un par de aviones, al otro lado de la bahía, dándonos cuenta de que la fama que tiene de ser una de las bahías más bonitas del mundo es muy merecida:
En la foto, la isla de Pedrosa al fondo a la izquierda. La tarde ya estaba cayendo y la luz era especial, reflejada en el agua:

A la vuelta, la marea había bajado mucho y pudimos contemplar los arenales donde las mariscadoras de Pedreña recogen las tan preciadas almejas:

 Un poco antes de llegar de vuelta al coche asistimos a una increible puesta de sol. Tuvimos que correr un poco para podernos subir a un banco y obtener la mejor perspectiva. Incluso jugué un poco con mi camarita sacando fotos como la del principio, preciosa para mi gusto:
 Un poco después, ya en la playa de Pedreña, vimos como entraba el ferry hacia el puerto, ya con las primeras luces de la ciudad encendidas:
 Al final, por echar unas risas, nos encaramamos a un barquito que estaba varado en la playa y, cómo no, hicimos gala del...¿postureo cántabro? Eso sí, tuve que aclarar un poco la foto porque era casi de noche y apenas se nos veía:

En total anduvimos casi 14 km, muy cómodos y bien señalizados. Yo, al menos, pasé una tarde maravillosa, en un sitio precioso, haciendo algo que me encanta y, sobre todo, con la mejor compañía.


miércoles, 11 de mayo de 2016

TARTA RED VELVET


Desde que probé esta tarta, aconsejada por mi hija, no he cesado en mi empeño por buscar una receta que me gustara. Pues este es el resultado. Quizás no es demasiado roja, más bien es granate, pero eso es cuestión del colorante, no sé si la cantidad o la calidad, pero pienso que no es demasiado importante. 


Ingredientes:

  • 240 gr. de harina de trigo.
  • 2 cucharadas soperas (30 gr.) de cacao en polvo sin azúcar.
  • 1 cucharadita de levadura en polvo.
  • 1 cucharadita de bicarbonato de sodio.
  • 1 cucharadita de sal.
  • 400 gr. de azúcar.
  • 240 ml. de aceite de girasol.
  • 2 huevos.
  • 6 ml. de colorante alimentario de color rojo en gel (opcional, para darle el color rojo).
  • 2 cucharaditas de extracto de vainilla.
  • 240 ml. de buttermilk (tranquil@s, que es muy fácil de hacer)*.
  • 120 ml. de café solo caliente.
  • 1 cucharadita de vinagre blanco o de manzana.
  • Cobertura de queso (cream cheese frosting)*
* Ingredientes para la buttermilk:
La buttermilk es una leche con un alto porcentaje de acidez que la hace fermentar, adquiriendo un sabor a leche agria. El aspecto es como de leche cortada. Curiosamente no tiene mantequilla, como podríamos pensar por el nombre. Se puede comprar hecha (no es muy habitual) pero nosotros lo podemos hacer de dos formas muy sencillas:
  1. En un vaso ponemos 1 cucharada y media de zumo de limón o de vinagre blanco y llenamos el vaso con leche (entera, semi o desnatada, o de soja, cualquier leche), hasta obtener unos 240 ml. de líquido y lo dejamos sin mover durante 10 minutos. A mí me quedó mejor con limón. 
O bien,
   2. Mezclar 1/4 de vaso de leche y 3/4 de vaso de yogur natural.
Yo he hecho sólo la primera opción y queda perfecto.

*Ingredientes para la cobertura de queso:
  • 250 gr. de queso tipo Philadelphia.
  • 60 gr. de mantequilla sin sal.
  • 400 gr. de azúcar glass.
  • 2 cucharaditas de extracto de vainilla.
En un bol ponemos los ingredientes en polvo: harina, cacao, levadura, bicarbonato y sal, mezclando hasta que quede uniforme.
En otro bol mezclamos el azúcar y el aceite, lo batimos, incorporamos los huevos, el colorante, la vainilla y la buttermilk (detalle de la textura de la buttermilk en la foto):

Incorporamos el café y el vinagre. Lo movemos con unas varillas hasta que quede todo integrado. Tendremos dos boles: uno con lo seco y otro con lo líquido:

Ahora vamos echando lo líquido a los polvos poco a poco, moviéndolo bien, pero sólo lo imprescindible hasta que quede todo bien mezclado.

Ahora podemos hacerlo en dos moldes o (como hice yo) en uno sólo para partirle después por la mitad, para hacer dos capas. En cualquier caso el o los moldes deben estar engrasados y enharinados (yo cojo un trozo de mantequilla y con la mano lo paso bien por el molde, base y laterales, y después espolvoreo con harina). Vertemos la mezcla:
Lo metemos al horno precalentado a 180º C, en el centro y con calor arriba y abajo, durante unos 60 minutos o hasta que, metiendo un palillo en el centro, este salga limpio.
Esperamos a que se enfríe para poder tocar el molde y desmoldarlo y lo dejamos que se acabe de enfriar. 



Quien lo haya hecho en un solo molde lo partirá en dos (yo tengo un "aparato" para partirlas de lo más práctico y queda perfecto. Si no, con un cuchillo de sierra y con cuidado para que quede igualado.



Lo que también hago es poner dos palillos, uno encima del otro, antes de cortarlo, para después de rellenar volver a poner uno sobre otro, en la postura correcta:



Mientras se enfría voy haciendo el frosting o cobertura:

Mezclo el queso, la mantequilla y el extracto de vainilla y voy incorporando el azúcar glass poco a poco.










Me quedará una crema espesita.










Sobre la mitad de abajo de la tarta ponemos crema de queso (yo me he quedado siempre un poco corta con la crema que pongo en esta capa por miedo a que no me alcanzara para después cubrirla, pero da de sobra).




Ponemos la otra mitad encima, haciendo coincidir los palillos, y lo napamos con la crema restante, por encima y los laterales. Lo adornamos al gusto. Yo lo dejé sin nada y al ver las fotos me ha parecido que estaba un poco sosa, tan blanca, así que me he permitido la licencia de poner esas figuritas con el ordenador.

Así que...A COMER!!!!
El resultado es muy bueno y tiene muy buena presencia, quizás un poco fina la capa de crema de queso del centro, pero eso sólo a la vista, porque en la boca no se nota, jajaja. Probadla y me contáis!!!