domingo, 29 de enero de 2017

SENDA FLUVIAL DEL NANSA


El pasado fin de semana nos levantamos pensando en un lugar para ir a andar un poco y, como hacía frío y muy alto no podíamos subir, nos decidimos por hacer una ruta que teníamos en la reserva. Buena idea. Se trata de la senda fluvial del río Nansa que comenzamos en Muñorrodero, en el municipio de Val de San Vicente, junto a la ría de Tina Menor, muy cerca de Unquera.
Salimos de casa a las 12:30 por lo que tuvimos que tomar el aperitivo antes de comenzar a andar. La ruta está bien señalizada, ya en la carretera que va hacia Camijanes, al final del pueblo, hay una desviación a la derecha con un cartel indicativo del comienzo de la senda fluvial. Dejamos el coche a la entrada, aunque también hay aparcamiento y un parque infantil más adentro. El Nansa es un río de 53 km. de longitud que nace en Peña Labra, a 1365 m. de altura y que de una forma zigzagueante y siempre por terreno cántabro, dirige sus aguas hacia el mar formando pozos y rápidos, resultando muy apreciado para los pescadores de trucha y de salmón. Y nosotros lo queríamos ver, así que... comienza la aventura:
Al principio nos encontramos con un suelo un poco embarrado que nos hizo temer lo peor, pero no, solo fue al principio. Está muy bien acondicionada, con pasarelas de madera en los puntos más conflictivos:
 Enseguida tuvimos que bajar por unas escaleras para acercarnos al cauce del río. Aquí tuve mi primer "momento pa´matarme". Mi marido me acababa de decir: "ten cuidado con las escaleras...". Yo pensé: "por supuesto, ¿cuando no tengo yo cuidado?", al tiempo que me quitaba los guantes, que, como pensábamos que haría frío, nos habíamos pertrechado de toda clase de prendas de abrigo y no, no hacía ni pizca de frío, así que me estaba quitando el guante, con el lazo del palo metido en la muñeca, y salió guante y palo, con tan mala suerte que se me cayó el palo a la derecha de la escalera, menos mal que paró en las ramas de los árboles... mi marido bajó a por él. Está en plena forma, da gusto con él, jajaja:
 Al terminar esas escaleras ya nos dimos cuenta de que no hace mucho ha habido una subida importante del caudal, los restos de arena, ramas y maleza lo dejaban bien claro:
 Siguiendo el sendero, nos encontramos con una zona donde el agua se ha quedado estancada, con una capa verde por encima, que recuerda otras latitudes más tropicales:
 Esas aguas verdes que no querían pasar por debajo de aquel puente, donde un árbol caído nos guardaba una sorpresa para la vuelta:
 Aquí, una escalera permitía pasar un cerramiento. No llegué a entender este tipo de paso:
 Y así llegamos a un punto en el que se nos dan 2 opciones: la senda principal o la variante para aguas bajas:
Nosotros decidimos ir por la principal y volver por la variante. La principal discurría junto a una finca con invernaderos, y vimos otro cartel que tampoco entendimos. Ponía algo así como que se alquilaban refugios. No supimos a qué se refería, porque hay un par de casetas de pescadores pero eso no se alquila así, creo. Bueno, nosotros continuamos por la senda, dándonos cuenta de que en primavera-verano tiene que estar muy frondosa:
El día estaba espectacular, parecía que estuviéramos inmersos en una "microzona" con su microclima, donde el reflejo del sol, por momentos, te cegaba: 
 Así llegamos al primer puente, o no sé cómo se llama esto. Es una especie de telesilla que permite a los pescadores cruzar a la otra parte del río:
 El camino sigue, por el borde del río, a más o menos altura:
El color nos habla de profundidad, de calma, de vida. A los pescadores supongo que les dirá aun más cosas:
 Llegamos a otra pasarela de madera, junto a una cueva que creo que se llama de los murciélagos y que si se entra con una linterna puede haber susto:

Continuando por la senda, vimos tramos donde el agua saltaba con alegría y rapidez:
En contraposición de otras donde la calma hacía del paisaje un lugar para soñar, descansar, pensar, sentirte inmerso, quizás, en un lugar idílico, de cuento, como si de un lienzo digno de cualquier museo se tratara:
Llegamos a la segunda telesilla, donde el cauce vuelve a unirse tras un tramo de reto, en el que las aguas se dividieron a ver cual iba más rápido:

No sé exactamente en qué punto hay otra vez la opción de elegir entre la senda principal o la senda alternativa, obligatoria cuando hay riada. Ese día, como no era el caso, subimos por la principal y bajamos por la otra, la que va más arrimada al río, sin duda la mejor. En otro tramo, la senda toma un poco de altura, sorteando el terreno como se puede, para después bajar por unas escaleras talladas en la misma roca, con un cable para sujetarte:
Enseguida estamos otra vez al nivel del agua. En este punto había como un dique  hecho con piedras del propio río que parecía dividirle en dos carriles de diferentes velocidades:
Y así llegamos a la cascada de un afluente que vierte sus aguas al Nansa a la altura de la central hidroeléctrica de Camijanes (para llegar al pueblo todavía faltan unos 3 km), que está, más o menos, a mitad de camino de la ruta completa que va desde Muñorrodero hasta Cades. Para tener que volver al coche, estos 7 km. (y otros tantos de vuelta) eran ya bastantes, que se nos hacía de noche:
Allí hay unos bancos para poder comer. Lastima que ya lo habíamos hecho un poco más abajo, sentados en unas piedras.  Hasta la central también se puede llegar en coche por lo que pensamos que la próxima vez, dejaríamos el coche allí y acabaríamos la ruta en Cades (también se puede dejar en Cades y bajar andando hasta allí, claro).
Dimos una vuelta alrededor de la central:
Y volvimos sobre nuestros pasos, ahora en la misma dirección del agua:
Enfrente también se veía algo de "infraestructura" para los pescadores, pero no vi camino para llegar a esa escalera, por ejemplo:
Y aquí comenzó mi momento de mayor disfrute (y mira que ya era mucho...). Parece que cuando haces una excursión, el regresar por el mismo sitio le hace perder un poco de encanto. Pues en este caso, de eso nada. Ves cosas diferentes. Pero sobre todo, como la luz ya era diferente, empezaron a surgir reflejos en el agua aquí y allá. Ya sabéis que soy una enamorada de los reflejos (y de los amaneceres y atardeceres):
Este es uno de los pasos más arriesgados del camino, en una de las dos rutas alternativas, que no se puede pasar cuando el nivel del río está alto:
No pude dejar de divertirme:
También hubo momento selfie, que mi marido tenía mucho interés, jajaja:
Esos reflejos, aún más bonitos que el paisaje que los provoca:
En un punto de la ruta hay un cartel en un árbol que indica la subida al mirador de Cofría y a la carretera de Luey. Cuando bajamos nos adentramos en el sendero, entre árboles, marcado pero poco transitado y muy resbaladizo. Subimos un trozo, hasta llegar a tener estas vistas por encima del bosque, con nieve en las montañas del fondo, los Picos de Europa, pero no acabamos porque estaba complicado. Después he visto que se puede llegar en coche hasta el mirador, por arriba:
Esos eucaliptos se veían hermosos asomados al agua, que se paraba para que ellos se miraran justo antes de empezar una nueva carrera hacia la desembocadura, allá, en Tina Menor, donde cae rendido en brazos del mar:
En otro de los tramos alternativos, nos sorprendió mucho este super-plátano, con sus 4 super-troncos:
O este otro, junto al puente que os dije que nos tenía guardada una sorpresa, que no vimos al subir: un plátano que se había caído dejando justo otro árbol en medio de dos de sus ramas. Pues hete ahí que el árbol que sujeta ha crecido como abrazando al caído (que está vivo), con su corteza, no sé, me pareció una cosa muy rara porque he visto otros deformados en función de diferentes situaciones, pero esto no lo entendí muy bien (uuuuffff, cuantas cosas no entiendo, qué torpe me siento...): 

Y así continuamos nuestra ruta, acabando en las escaleras del principio:
Al llegar al coche, junto al cementerio, nos llegamos hasta el parque infantil, por donde todavía se puede continuar la senda llegando creo que hasta el pueblo de Muñorrodero. Nosotros nos volvimos porque estaba a punto de hacerse de noche. Nos salieron casi 16 km y casi 5 horas (con calma y muchas fotos).

Resumiendo, puedo decir que me gustó mucho el paseo, que es muy cómodo de hacer (se puede hacer con niños), que ahora tiene el encanto de que puedes ver más y mejor el agua, pero que en primavera-verano con toda su vegetación, también estará precioso. Así que os animo a que lo recorráis, no os vais a aburrir!!!

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