lunes, 27 de febrero de 2017

MONT SAINT MICHEL, FRANCIA

Así comenzó esta nueva aventura. Una fresca mañana del último día de enero. Viendo amanecer desde este nuevo medio de transporte, nunca antes utilizado por mí. En efecto, mi hermana, mi cuñado y mi sobrina (y por supuesto, Daisy) iban a recoger a mi otra sobrina, la pequeña (la que estaba de Erasmus en Gante, como ya os conté en este otro post), y después pasar unos días por Francia, para ver, sobre todo, el Mont Saint Michel. Lo iban a hacer en autocaravana. Y me invitaron. El tema de la autocaravana en esta familia mía tiene también su historia. Mi marido siempre ha querido pasar un fin de semana, al menos, en este medio, y mi prima Angelines también. Yo, en cambio, nunca he tenido gran interés, pero tanto insistir, el año pasado decidimos mi prima y yo alquilar una para pasar un finde en las Landas francesas. Mi hermana y mi cuñado también se apuntaron, pero cuando quisimos hacerlo no encontramos autocaravana para la fecha que queríamos, así que lo suspendimos hasta este año. Así las cosas, mi hermana, mi cuñado y mi sobrina, alquilaron una para ver que tal y les gustó; así que planearon este otro viaje y me hicieron partícipe. Y mi marido, el pobre, diciendo que el que quería era él.... Al final diré lo que me pareció a mí la experiencia.
Amaneciendo...:
Nos pusimos rumbo a Gante, vía París, quedándonos a dormir en un área de servicio, una vez pasado París. Ese primer día, pese a ser un viaje largo, fue muy descansado. Me sorprendió mucho el paisaje porque no era como yo lo recordaba. Nosotros estuvimos en París exactamente en la Navidad del 1999- 2000, y fuimos un día de un gran vendaval, por lo que tengo la visión de los grandes bosques de pinos con enormes zonas arrasadas por el viento. Ahora hay menos árboles. También aluciné con la gran cantidad de camiones que circulan por ese corredor. Y de lo llana que es esa zona, ni una montaña en condiciones.
Al día siguiente, después de desayunar y poner en orden nuestro transporte, nos pusimos en marcha. Ángela nos esperaba y todos estábamos deseando verla. A media mañana llegábamos a Gante, recordando las calles por las que habíamos paseado la vez anterior, como la zona de la Estación Sint-Pieters: 
Pese a que no parecía fácil moverse con nuestro pedazo de aparato por la ciudad, gracias a la pericia del conductor y al GPS llegamos hasta la misma puerta de su "res" sin ningún problema. Cargamos sus maletas (puuuufffff), se despidió y pusimos rumbo al norte. Próximo destino Calais, Francia, pueblo pesquero en sus inicios, pero que hoy en día, al estar situado sobre el Canal de la Mancha, se ha convertido en un lugar de paso para turistas que van o vienen de Reino Unido cruzando en barco o por el Eurotúnel, siendo el mayor puerto de pasajeros de Francia.
La ciudad fue destruida durante la 2ª guerra mundial por lo que tiene poco anterior a esa época. Pero sí conserva algún monumento histórico de interés, como por ejemplo la Torre de Guet o de vigía, que en sus tiempos tenía un faro, con la estatua de Charles de Gaulle y su esposa Ivonne, natural de Calais, y sus fuentes de colores: 

Más tarde ese faro fue sustituido por otro, el Faro de Calais, presente en todos los recuerdos de la ciudad, y que a mí me llamó mucho la atención porque no está a la orilla del mar, como yo siempre he visto los faros:

Otro de los edificios emblemáticos de Calais es la iglesia de Notre Dame, con una clara mezcla de estilos arquitectónicos debido al tiempo que duró su construcción y a las numerosas reformas y ampliaciones:
También nos acercamos hasta el Ayuntamiento, otro hermoso edificio de estilo Neoflamenco, levantado en una etapa de esplendor de la ciudad, lo cual explica su elegante construcción, con piedra y ladrillo rojo:

Tuve dificultad para hacer fotos porque estaba rodeado por toda clase de chiringuitos de feria (me pareció una época un poco extraña para este tipo de festejos, la verdad), que restaban visibilidad al edificio. Delante, y entre luces, la rana saltarina, las casetas de tiro, los tiovivos y churrerías varias, conseguimos ver la famosa escultura de Rodin, "Los burgueses de Calais", realizada para conmemorar la valentía de 6 de los más ricos de la ciudad, dispuestos a dar su vida por sus vecinos (también hoy...) ante un rey inglés cabreado por la resistencia de la ciudad a entregarse (la curiosa historia completa aquí):
Ahí mismo hay unos preciosos jardines, que no pudimos ver por la ocupación de los feriantes y porque, al ser invierno, no estarían muy floridos, claro. Pero vimos otro jardín que, a pesar de la época, tenía muy buena pinta, el Parc Richelieu:
Al pasar por uno de los canales que cruzan la ciudad, cerca del ayuntamiento, cuando ya la luz natural se estaba apagando, no pude evitar encontrarme con mis "reflejos" (un día haré un recopilatorio):

Así acabamos el día, saliendo a dormir a un camping a 2 o 3 km. de la ciudad, compartido con otro usuario (no tuvimos dificultad para encontrar espacio, en verano la historia debe ser diferente, jajaja). Pasamos por la playa de Calais, que nos recordó al Puntal de Somo, pero con sus típicas casetas que nos hicieron pensar en que será una playa ventosa, eso sí, testigo de los muchos ferries que cruzan al Reino Unido, puesto que al lado está el puerto.
Al día siguiente, pusimos rumbo al Cap Gris-Nez, el punto más cercano de Francia a la costa de Dover, en Reino Unido; 34 km. lo separan y tuvimos la suerte de poder distinguirlo en medio de un vendaval (no pongo foto porque estamos nosotros en ella y temo que el resto de la familia sufra si lo ven, al darse cuenta de lo temerosos que fuimos exponiendo así nuestra integridad física y, sobre todo, capilar, jajaja). Estuvimos en el Cap Blanc-Nez, donde  también pudimos ver restos de búnkers y plataformas de origen alemán, claro, cerrados actualmente, pero que nos hizo pensar en el horror de una guerra sin sentido. Como todas. 
Hay un aparcamiento muy cerca, por lo cual, hasta mi hermana que está recuperándose de una operación, pudo llegar al borde del cabo:
Las vistas de la linea costera eran espectaculares, la naturaleza siempre es sabia y, junto a un sitio que recuerda la barbarie, otro que nos pone en paz con el mundo que nos rodea:
Y continuamos nuestra ruta en autocaravana. De cháchara, por supuesto, que para eso es estupenda. ¿Nuestro próximo destino? El Havre, otra ciudad de la Alta Normandía y uno de los principales puertos del norte de Francia, a orillas del estuario del Sena y del Canal de la Mancha, incluida en el Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Se trata de otra ciudad  bombardeada y destruida en la 2ª guerra mundial. Su reconstrucción fue encargada a Auguste Perret que siguió unos principios arquitectónicos  y una planificación urbanística (aprovechando las grandes posibilidades del hormigón y buscando la mayor comodidad y mejor aprovechamiento de los medios existentes en beneficio de los habitantes de los edificios a construir), que nos hicieron parar en medio de la avenida Foch y fijarnos en la peculiaridad e innovación que debió suponer esto en aquellos tiempos. 
El Havre tiene también el sobrenombre de Puerta Oceánica, precisamente por la forma de "puerta que da al mar" que toman los últimos edificios de la amplísima avenida, lo que se ve en esta foto, entre los dos edificios está el mar:

Pese a que el tiempo amenazaba lluvia (de ahí que las fotos estén tan oscuras), visitamos la iglesia de Saint-Joseph, tan especial por su torre linterna (parece un faro) de 107 m. de altura y su verticalidad. Es el símbolo de la reconstrucción en Europa:
La sobriedad del exterior no te hace pensar lo que te vas a encontrar dentro. Una pena que en la foto no se aprecien las vidrieras en todo su esplendor. Son 12.700 cristales que tienen más de 50 tonos de verdes, violetas, rojos, naranjas, amarillos,..., un espectáculo de colores, la verdad:
También buscamos y encontramos la iglesia de Saint Vincent de Paul, con su plaza, donde, en verano, se celebran exposiciones de pintura:
Como empezó a llover, tuvimos que volver a la caravana, aparcada en la zona del puerto y, ya desde ella, de pasada, pudimos ver el llamado Volcán, un centro cultural muy importante, de Niemeyer, de hormigón pintado de blanco y con formas curvas. También vimos el Docks Vauban, muelle al más puro estilo londinense, como en las películas, hoy rehabilitado como centro comercial.
Y así llegamos al famoso Puente de Normandía, puente atirantado que  cruza el estuario del Sena, uniendo Le Havre con Honfleur. Tiene 2143 m. de largo de los cuales 856 forman el vano central del puente, siendo uno  de los que tienen mayor vano del mundo. Consta de 4 carriles para automóviles, 2 aceras para peatones y 2 pistas para bicicletas, a casi 70 m. sobre el río.
Son fotos hechas sobre la marcha, de muy mala calidad, pero quería enseñaros el perfil del puente...:
Pero, lo que a mí más me impresionó, según nos acercábamos a él, fue la subida tan pronunciada en tan poco espacio (fijaos en la foto), para después caer hacia el otro lado, o sea, como una montaña rusa. Y los enormes pilares con forma de "Y" invertida:
Este puente es la separación de las dos Normandías, la Alta y la Baja. 
Otro punto que queríamos ver era alguna de las playas del desembarco de Normandía. Para llegar, tomamos dirección Caen. En principio, nuestro objetivo era la playa de Omaha, donde se libró la batalla más sangrienta, pero como veíamos que no íbamos a llegar de día, optamos por intentar ver la más cercana, la de Arromanches (con su recurso mnemotécnico, ¿lo recordais, chicas? jajaja), así que antes de llegar  a Bayeux tomamos carreteras secundarias hacia la costa,   pero no pudo ser, llegamos ya de noche y apenas pudimos intuir (más que ver) una de las extrañas estructuras de hormigón que desembarcaron los aliados (hablamos de la 2ª guerra mundial) para facilitar y acelerar el desembarco de  tropas y  carga, jugando con el factor sorpresa en contra de los alemanes. Esta batalla fue muy importante. No deja de sobrecoger el hecho de pisar (ya que no ver) una playa donde se jugó el futuro de Europa. Hasta Daisy debió asustarse por el valor histórico de aquella playa y casi se nos pierde. El olor a mar nos jugó una mala pasada, ¿verdad Ángela?. 
Esa noche queríamos llegar a dormir a las proximidades de Le Mont Saint-Michel, nuestro principal objetivo, para poder verle bien al día siguiente. Y eso hicimos. Como a las 6 y pico ya es de noche, pues tuvimos tiempo de seguir rodando hasta un camping para autocaravanas cerca del Monte. Esa noche ya le vimos de lejos iluminado. 
Al día siguiente, después de ducha, desayuno y cambio de aguas, nos dirigimos a las inmediaciones del Mont. En nuestra casa-móvil los comentarios eran: "pues no es tan grande como creía", .... Pero nuestros ojos no daban más de sí. Para mí, acercarme a lo que tantas veces había visto en fotos era toda una experiencia. Yo decía: "esperar a estar cerca"... y en efecto, por lo menos a mí, no me defraudó. Aparcamos en la zona habilitada para ello, enorme y bien organizada (una vez que pillamos el truco) y nos dirigimos al edificio de información donde nos explicaron cómo hacer, aunque ya lo sabíamos, que llevamos información abundante. Cogimos un autobús gratuito (incluido en el precio del aparcamiento) que nos lleva hasta el puente que cruza al Monte. También se puede ir andando, que está cerca, unos 2,5 km. desde el parking. El puente mide unos 400 m. y sólo lo pueden atravesar vehículos autorizados. Caminarlo merece la pena. 
Por la noche había llovido mucho y nos temíamos lo peor, pero tuvimos mucha suerte y no tuvimos que abrir los paraguas.
Le Mont Saint Michel es una isla-peña rocosa a la que, durante siglos, solo se podía acceder cuando la marea estaba baja. Actualmente, la pasarela o puente es lo suficientemente alto como para poder llegar a la isla en cualquier momento (a excepción de unas pocas horas cuando hay mareas especialmente altas). Las mareas son de casi 15 m. de diferencia y suben a la velocidad de "un caballo al galope", yo no lo pude apreciar. Entrar al pueblo ya es un espectáculo. Su arquitectura asombrosa. Locales comerciales en cada bajo, a lo largo de la Grand Rue: 

Edificios clasificados como monumentos históricos te rodean por todas partes:
La iglesia parroquial de San Pedro y su cementerio, con sus lápidas tapizadas de plantas trepadoras:

El Monte, así como la bahía que le rodea, escenario de las mayores mareas de Europa, está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La costumbre habla de cruzar la bahía descalzo, pero también dicen que no se debe caminar por el arenal  sin guía porque hay arenas movedizas. Visto desde arriba es espectacular:
Y seguíamos ascendiendo hacia la abadía benedictina que corona el Monte. Una edificación ejemplo de la arquitectura medieval, religiosa y militar, que actualmente alberga a dos comunidades de monjas y monjes:
Desde la llamada Terraza del Oeste se puede apreciar la inmensidad del océano que la rodea y la verticalidad de la construcción. También es el mejor punto para ver la subida de la marea:
Visitamos la Abadía previo pago creo que de 10 €/pax . Tiene 2 partes: la iglesia propiamente dicha y la Marvelle o zona donde vivían los monjes. Está perfectamente indicada una ruta para visitarlo todo sin perderte, en las distintas plantas, 3 en total y más de 20 salas.
Fotos a montones. Es difícil elegir, pese a que la calidad no es muy buena, la verdad, pero cualquier rincón es digno de ser recordado y en mis carpetas estarán guardadas como los tesoros que son.
Esto es el techo de la nave y el coro, de estilo gótico:

La salle des Hôtes o sala de huéspedes, con sus 2 enormes chimeneas, cabíamos de pie en ellas: 
La sala de los caballeros, el refectorio, ... , mi mayor pena es que el jardín del claustro estaba en obras por lo que no lo vimos muy lucido, pero si que pudimos disfrutar de sus estilizados columnas y arcos, todo ello una maravilla.
Después de unas horas de visita, con la calma, que llevábamos a una lesionada, ya nos fuimos bajando bordeando la muralla que rodea al pueblo medieval bajo la protección de la abadía, entramos en alguna tienda de souvenirs para comprar algún recuerdo, yo también compré mi campanilla correspondiente (no sé si ya os he dicho que las colecciono) y nos salimos. Volvimos a la zona del parking en el bus-lanzadera que, por cierto, casi me deja en tierra por hacer una foto más, la de la portada. Pagamos y nos salimos. Fuimos a comer a un restaurante cercano muy afrancesado, todo  era muy fino: el maitre, la vajilla,... y la comida muy rica:
A partir de aquí comienza la Bretaña francesa (para algunos Le Mont ya es bretón, para otros no; hay un lío con el río que desemboca allí, que algunos dicen que cambió su curso para cambiar el límite entre Normandía y Bretaña). Nos hubiera gustado continuar bordeando la costa, que también debe ser muy bonito, pero nuestro tiempo era limitado, así que, ya por la tarde atajamos poniendo rumbo a nuestro siguiente destino: Vannes, ciudad medieval, situada en la costa este de Bretaña. Lo primero localizamos el lugar donde nos íbamos a quedar, un camping para autocaravanas situado a unos 3 km. del centro histórico de Vannes, en Conleau, junto a una playa. Una vez localizado, nos fuimos al centro, pero fue imposible aparcar cerca por lo que nos quedamos mis sobrinas y yo, y mi hermana, que no puede andar mucho y ya el día anterior se había dado la gran paliza, y mi cuñado se volvieron al camping.
Su centro histórico está rodeado en gran parte por una muralla muy bien conservada. Nosotras entramos por la Puerta de San Vicente, en honor a S. Vicente Ferrer, nacido en Valencia y que murió allí, en Vannes, en cuya catedral está enterrado (no tenía ni idea): 

Nada más llegar nos dimos cuenta de que se trata de una ciudad muy cuidada, con edificios fruto de una época de gran prosperidad. Fuimos callejeando hasta llegar a la catedral de Saint-Pierre, que aunque originalmente era de estilo románico, actualmente y tras varias reconstrucciones es de estilo neogótico:
Rodeada de casas típicas de toda la región bretona, con bonitos y meticulosos entramados de madera, del siglo XVI:
También nos acercamos al barrio de Pattern, con su iglesia. En ella estaban ofreciendo una liturgia en la que el cura estaba de espaldas a la gente, que yo pensaba que eso ya no se hacía, la verdad:

Pasamos también por la Puerta de Prisión
Y así, ya por fuera de las murallas, llegamos a los jardines de Remparts. Preciosos incluso en este tiempo y viéndoles ya casi de noche (en primavera-verano dará gusto verlos):

El edificio, el Castillo de L´Hermine, con su foso, no sé a qué estará dedicado actualmente, parecía un poco descuidado, pero el entorno es precioso con el escudo de la ciudad  en rojo y blanco (que por cierto es un armiño, que lo he buscado porque me llamó la atención):
Desde esta parte la vista de la muralla y sus tres torres es perfecta. Esta es la Torre del Comendador:
Y así continuamos nuestro paseo hasta volver al punto de partida, la puerta de San Vicente. La idea era coger nosotras algo para cenar y regresar a la playa en bus. Y eso hicimos. Recogimos unas ricas  viandas y allí mismo, en la plaza Gambetta, junto al puerto, que por cierto no está en el mar sino en un canal, fuimos a la parada del bus. Ya vimos que a aquella hora ya no había autobús hasta la playa y la conductora nos lo confirmó. Nos dijo la parada más cercana, anduvimos un rato y ya llegamos al punto base, donde nos esperaban. Cenamos, unas partiditas a las cartas y a dormir.
Nuestro plan para el día siguiente después de desayunar (cosa que siempre hacíamos en la caravana), era llegarnos hasta Carnac, que estaba muy cerca.
Este pueblo es famoso por sus menhires alineados, de hecho tiene la mayor concentración megalítica del mundo, más de 3000, erigido durante el Neolítico, entre 5000 y 3000 años antes de Cristo, o sea que Obelix todavía no estaba por allí. Están repartidos en 4 campos y forman hileras de  entre 880 m. y 1, 2 km. de largo y el más alto es de más de 6 m. Es una de las pocas construcciones humanas que se pueden ver desde el espacio (junto a la muralla china).
Alrededor de los menhires hay historias y leyendas para todos los gustos:
-Soldados romanos petrificados por Dios para proteger a San Cornelio, patrón de Carnac. 
-Avenidas que conducen hacia templos ya inexistentes.
-Funciones astronómicas, señalando muy claramente los solsticios de verano y de invierno.
-Seres que por la noche se desentierran y van hasta el mar a beber agua.
-Funciones curativas....
Pero la teoría más creíble habla de una gran necrópolis o cementerio prehistórico:

Y ya nos llegamos hasta una de las playas, la Grand Plage, de 2 km de largo, que parecía muy tranquila y donde Daisy disfrutó un rato:
Seguimos nuestra ruta hacia la Rochelle, aunque primero fuimos a Le Île de Ré, que está allí mismo. Tiene 30 km. de largo por 5 km. de ancho y su mayor altura sobre el nivel del mar es de 20 m. Cruzamos el puente (de peaje) de casi 3 km que separa la isla del continente y fuimos al pueblo más importante: Saint Martín de Ré, cuyo faro es uno de los más bonitos que yo he visto, por su sencillez:
Saint Martin de Ré es una ciudad con forma de estrella fortificada, garante de la integridad de la Rochelle. Nos acercamos al puerto, con una bonita dársena que rodea el barrio de pescadores. Se iba poniendo oscuro por momentos y al final cayó un gran chaparrón. Paseamos un rato por allí y nos volvimos a nuestro transporter. Salimos de la isla, no sin pena por no ver a ningún burro con pantalones (en Francia todo es muy fino), tan típicos en la isla.  
Y, ya de vuelta en la Rochelle intentamos buscar un lugar para pernoctar, cosa no muy fácil. Al final encontramos un parking que estaba preparado para las autocaravanas en las afueras de la ciudad. Desde allí mismo había autobuses que te acercaban al centro. Con la chica que nos atendió tuvimos un malentendido por culpa del idioma, supongo que todavía se estará riendo, bueno, como yo cada vez que lo recuerdo. Así que dejamos nuestra casa-móvil instalada y nos acercamos al centro en el bus (gratis).
La Rochelle es una ciudad que por su situación geográfica, siempre ha sido considerada un punto estratégico tanto para la defensa como para el comercio marítimo. El bus nos dejó junto a la iglesia de Saint Sauveur, con un pasado azaroso:

Continuamos hasta la Porte de la Grosse Orloge o del Reloj, que separa el puerto del casco viejo, amurallado:
Esta puerta, por la que entramos, da paso a calles adoquinadas, sin tráfico (fue la primera ciudad europea en hacer calles peatonales, en los años 70), y pasando por los soportales, llegamos hasta la catedral de San Luis que me pareció bastante fea, la verdad: 

Sólo se salva una vidriera que vi desde fuera, en uno de los laterales:

Y con la misma volvimos a bajar hasta el puerto, que por cierto, me llamó la atención que en esa parte, que parecía un puerto deportivo, no había ningún barco, ni yate, ni velero atracado, pese a tener muchos amarres. Al fondo, en la foto, podemos ver las dos torres más emblemáticas de La Rochelle: la Torre de San Nicolás y la de la Cadena, que cierran esta parte del puerto:
En esta zona, un paseo que bordea el puerto, le Vieux Port, había muchos bares y terrazas. Para terraza no hacía, que se puso a llover, así que entramos en uno que se llamaba le Bodegon a tomar unas birras y ya pudimos ver el ambiente juvenil-estudiantil, no en vano es, actualmente una importante ciudad universitaria. Tras un descanso nos volvimos a nuestro alojamiento.
Al día siguiente, domingo, tocaba regresar a casa. Una vez resuelto el tema del aseo personal y de la puesta a punto del medio de locomoción, nos pusimos en marcha. El viaje fue terrible. Un viento horroroso. Parecía que íbamos a volar con autocaravana y todo. Las mujeres nos dedicamos a jugar a las cartas para entretenernos y no pensar mucho en la adversidad climática. Comimos ya en España, nada más pasar la frontera. Y para casa. Llegamos sobre las 6 de una tarde muy desapacible, tras haber hecho 3700 km.
Ahora, como dije al principio, voy a resumir el viaje. 
La experiencia de convivencia ha sido... lo más!!! Hemos estado esos 6 días juntos (y revueltos) las 24 horas del día y ningún problema, al contrario, yo por lo menos lo he disfrutado muchísimo. 
Hemos hecho muchos km. viendo pinceladas de unos importantes puntos turísticos franceses que a mí, particularmente, me han sorprendido muy agradablemente. El Mont Saint-Michel es una pasada, pero todos tenían sus peculiaridades y sus encantos. Acabé el viaje con ganas de más, mejor en otro tiempo, porque aunque ya sabíamos a lo que nos exponíamos, y teniendo suerte porque no hizo tan malo, es cierto que en primavera tiene que estar precioso todo. También he podido darme cuenta, buscando información (que ya sabéis que me gusta ir con los deberes hechos, jajaja), que hay muchas opciones por el país vecino. Otra cosa que me ha llamado la atención es que por la parte este de Francia a los camioneros les gusta mucho tunear los camiones: parecían "casas con luces", un espectáculo de colorines!!!
En lo que a la nueva experiencia en autocaravana se refiere,  el viaje confirmó mis sospechas, pero quiero dejar claro que respeto a todos los que disfrutan con ello, que son muchísimos, pero esta es mi opinión, que ya compartí con mi gente, a la que agradezco infinito que me hayan dejado compartir con ellos esta vivencia que nunca olvidaré.
Me parece:
-Incómoda: No deja de ser un espacio muy pequeño para 5 personas en este caso (siendo esta muy grande y estando preparada para ese número de personas precisamente). Para moverse con ella también resulta problemática ya que no es fácil meterte por algunos sitios, ni aparcar en cualquier lugar, lo cual te limita para visitar ciudades, por ejemplo. En cambio es muy cómoda para viajar en ella.
-Lenta: las distancias no se recorren igual que con un coche, por lo que, al hacer tantos km. se nota mucho la diferencia de tiempo, las previsiones no cuadraban.
-Cara (y eso que a mí no me costó nada, que iba de invitada): A parte de lo que cuesta el alquiler, se gasta mucho más en combustible, los peajes también son más caros que para un coche. Aquí podéis decirme que se ahorra en la estancia y es verdad, un hotel costará más, sobre todo en este caso que éramos 5, pero yo buscaría un hostal.
-Dependencia: Siempre he oído decir lo de que "así vamos donde queramos y cuando queramos". No es del todo cierto, no podemos ir donde queramos, depende totalmente de que haya un parking preparado para autocaravanas, ya que está el tema de las aguas y ahora, en este tiempo no hemos tenido problemas para aparcar una vez encontrado el sitio, pero no quiero pensar en lo que será en verano. Y claro, del tema de la intimidad, ni acordarse. Esto estará bien para una pareja, porque por mucha confianza que tengas, como era en este caso, es que apenas hay espacio físico para ciertas cosas.  
En fin, me reafirmo, esto no es lo mío. Aunque repetiría. Sin dudarlo. Porque esos días que he pasado con esta parte de la familia, no tienen precio.
Y no todo es negativo, ni mucho menos. Para hacer tantos km. la autocaravana resulta muy amena puesto que vas sentad@ como si estuvieras en el sofá de casa, con tu mesita delante y puedes charlar, jugar, escribir,..., algún día hemos tomado el vermouth y las aceitunas en marcha.  Llevando una mascota, como era nuestro caso, también está muy bien, mejor que en coche, claro. Y para traer tantas maletas, no sólo las propias del viaje de cada uno, sino que Ángela traía mucho equipaje, ha estado viviendo en Gante 6 meses, con lo que eso conlleva, también está bien.
Y, repito, por supuesto, lo mejor de todo, lo que no cambiaría por nada, es la convivencia de esos días con mis queridas sobrinas y con mi hermana y mi cuñado, claro. Han sido días  de compartir, de tener visiones (cuando cerramos los ojos, ella ve corzos, muchos, ¿o eran venados?), de templar gaitas cruzando París, de "ataques" nocturnos, de "robos" con alevosía, de camas que no bajan, de "puzzles" en la noche, de señales raras, de menús indescifrables, de grifos franceses, de nuevas tecnologías..., de muchas, muchas jas jas!!!!
Sólo espero haber estado a la altura de esta familia que tanto me da y a la que tanto quiero:

Y ahora un resumen del itinerario diario que hicimos y el mapa orientativo:
  • 31/1/2017 (Martes): HOZNAYO (CANTABRIA) - PARÍS
  • 1/2/2017 (Miércoles): PARÍS- GANTE - CALAIS
  • 2/2/2017 (Jueves): CALAIS - CAP-GRIS-NEZ - EL HAVRE - PUENTE DE NORMANDÍA - ARROMANCHES - MONT SAINT-MICHEL
  • 3/2/2017 (Viernes): MONT SAINT-MICHEL - VANNES
  • 4/2/2017 (Sábado): VANNES - CARNAC - ÎLE DE RÉ - LA ROCHELLE
  • 5/2/2017 (Domingo): LA ROCHELLE - HOZNAYO (CANTABRIA)