sábado, 27 de enero de 2018

CASCADAS DE LOS RÍOS AJÁN Y YERA -TÚNEL DE LA ENGAÑA (VEGA DE PAS)

El pasado sábado, viendo que las previsiones del tiempo para el domingo eran muy buenas, pensamos, a última hora, que podíamos hacer una ruta, pero...¿dónde?. En principio pensé en algún sitio donde hubiera nieve pero que se pudiera andar. Mi marido no lo veía muy factible: o teníamos que subir muy arriba o no había nieve. Mi segunda opción era una ribera de río, con saltos de agua, ahora que ha llovido, y entonces recordé que tenía guardada una ruta en esa carpeta de la que os hablo a veces, la de rutas pendientes. Así nació la idea de ir ese domingo a la Vega de Pas y hacer la ruta de las cascadas del Yera y del Aján. Dicen que son 28, yo nos las conté, pero me lo creo. Una ruta preciosa, que recomiendo encarecidamente: es fácil y una pasada.
Dejamos el coche cerca del ayuntamiento de la Vega de Pas. Nos pusimos a andar a las 10:30, volviendo al cruce, para tomar la CA-631, hacia nuestra izquierda, en dirección a las Estacas de Trueba. Subimos por esa carretera durante algo menos de 1 km., dejando atrás varias casas, hasta que veamos un banco a la orilla de la carretera. En la casa siguiente, que tiene un garaje y varios perros atados, a la derecha también, nos metemos bajando hacia el río que ya habíamos visto desde la carretera. También se puede empezar la senda más atrás pero creo que se llega a un punto en que hay que salir a la carretera, o sea, que me parece que es más complicado porque hay que cruzar varios puentes. Bueno, nosotros lo hicimos así y enseguida encontramos el primer cartel indicativo de la ruta, la PR-S75:  
A partir de ahí seguimos las marcas amarillas y blancas (para los que no tienen mucha experiencia en este tipo de rutas señalizadas de pequeño recorrido, hay que seguir las marcas, que pueden estar pintadas en una roca,  en un árbol o en un poste, teniendo en cuenta que si las ponen cruzadas, en forma de aspa, quiere decir que por allí no es, hay que seguir por el otro camino, el alternativo).
Enseguida un puente de piedra:
Precedido de una cascada:
Otro puente para salvar un pequeño arroyo que vierte sus aguas al Yera:
Enfrente, suaves lomas, ahora marrones, en contraste con el verdor de las praderías:
Al principio, el sendero, muy llanito, está enmarcado por paredes de piedra, que limitan las fincas, con casas típicas, muchas de las cuales tenían carteles de alquiler:
A medida que íbamos avanzando, por la orilla del Aján, el paisaje se volvía más agreste, con saltos de agua por todas partes: 
Pero de repente, el ruido se volvía ensordecedor: una fuerte caída estaba cerca, como en este caso en el que la cascada estaba encajonada y formaba una cortina  de agua retorcida:
Siguiendo el sendero, las cascadas se sucedían:
A veces, nos alejábamos un poco del río, por caminos que nos hacían pasar junto a las típicas cabañas pasiegas:
En un punto, la cascada estaba transversal a nuestra marcha, aportando su agua al río principal, obligándonos a saltar un pequeño arroyo:
El camino nos permitía disfrutar de imágenes, de olores, de sonidos,...:

... de la sensación de fuerza desaprovechada:

Y más cabañas, algunas más sencillas, con su destino ganadero muy claro, aunque deshabitadas en este tiempo ya que las vacas están guarecidas en otras cuadras, más abajo, donde las temperaturas sean un poco más suaves:
Aquí los árboles, como las piedras, se visten de preciosos musgos que resguardan de las inclemencias del tiempo:
Donde las hojas caídas cubren el suelo como la más mullida alfombra (sin filtros):
Por aquí ya se notaba el ascenso (en total se suben 265 m. de desnivel), con algunos pequeños repechos:
Distintos modelos de estos sencillos edificios populares, construidos con roca de la zona, tejados a dos aguas y cubiertos de lastras pizarrosas, con importantes aleros, escaleras de losas:
Escenas sacadas de cuentos de anjanas o donde los árboles se transfiguran en cabezas de  animales mitológicos ¿lo veis?:
A veces, dejándonos guiar por el sonido, nos teníamos que meter en rincones donde el agua formaba escenarios indescriptibles:
Pero el rincón de los rincones, donde todos los duendes disfrutan de su paraíso, ese edén que me gustaría poder compartir algún día con ellos, estaba allí, donde me caí por lo extasiada que me sentí al ver aquella maravilla, sin darme cuenta que las piedras para bajar apenas estaban sujetas por un par de geniecillos de escasas fuerzas (mi peso es light, por supuesto😉):
Me hubiera quedado allí para siempre, transformada en mariposa, revoloteando entre ramas y todas las cascadas que allí se juntaban, pero... 
Seguíamos subiendo suavemente, a veces por escalones labrados en las rocas, por donde, a pesar de que hacía un día muy bueno, la humedad rezumaba por cada uno de sus poros, convirtiendo el sendero en una pista de patinaje (no para mí, que ya tuve bastante con una caída y ahora iba con muuuucho cuidado):
Otra preciosa cascada:
Nos llamó la atención el que en el centro de todas las cascadas, cuando caía mucho agua formándose una masa blanca, se veía una capa de un color marrón-verdoso, que no entendíamos muy bien, porque el agua se veía muy clara (en esta foto se ve bien, en el centro de la cascada):
También había zonas de rápidos entre piedras de bonitos abrigos verdes:
Y así, entre cascadas, caídas (de agua), rápidos y preciosos paisajes llegamos al último puente, donde tuvimos la mayor duda. Había un poste sin cartel, sólo tenía un indicativo de un trail que se hace por allí. El caso es que hay que ir hacia la izquierda, cruzando este puente:
Ahora, una vez que salimos del borde del río, podíamos ver fincas, praderías perfectamente cerradas por tapias de piedras:
Así llegamos a otro cruce en el que podíamos ir hacia la derecha, hacia el edificio donde vivían los presos que construyeron los túneles que se hicieron en la zona en los años 50 o seguir por la izquierda, saliendo a la misma pista, la que va al túnel de la Engaña. Optamos por ver de cerca la edificación que ya habíamos visto desde más abajo. Así nos enfrentamos a la mayor cuesta de la ruta. Enfrente, la pista y la boca de 2 de los túneles, por encima del valle por el que habíamos subido (en la foto, rodeados por el círculo):
El edificio, la colmena, está en estado lamentable
Por dentro, en estado lamentable, usado como refugio para el ganado. En la planta baja apenas se podía intuir las zonas comunes: comedores, cocinas, lavaderos,..., o este "salón" con una gran chimenea:
Eso sí, desde sus ventanas, las mejores vistas. No sé si sus habitantes podrían disfrutar mucho de ellas...:
En la planta de abajo podíamos visualizar lo que en algún momento fueron las habitaciones de los presos. Nos llamó la atención que esta primera de la foto estaba pintada de un bonito color azul, no sé, no parecía que pegaba mucho en una construcción de estas características, con el uso que se le daba...:
Bueno, seguimos la marcha. Salimos a la pista principal y tiramos a la derecha, en busca del túnel de la Engaña. Primero pasamos por otro, el Mayoral, de 285m. de largo. Aunque llevábamos foco, con la linterna del móvil fue suficiente para cruzarle, tiene el suelo un poco irregular pero se pasa bien:
Enseguida llegamos al túnel de la Engaña, el túnel ferroviario más largo de España durante muchos años (6976 m.). Su construcción formaba parte del proyecto de unir el Cantábrico (puerto de Santander) con el Mediterráneo (puerto de Sagunto), duró 17 años (frente a los 4 años y pico que se habían proyectado) y  nunca llegó a utilizarse. Se llama así por estar cerca del río Engaña. Su boca sur, por donde se empezó la obra, está en el pueblo burgalés de Pedrosa de Valdeporres y su boca norte aquí, en Vega de Pas:
No pensábamos entrar pero una vez allí.... anduvimos como 1 km. hacia dentro. Se puede cruzar entero pero con cierto riesgo ya que cerca de la otra boca hubo un desprendimiento por lo que hay que subir por encima de los escombros, con el peligro de que haya más derrumbes. Por esta entrada tiene regatos de agua y al principio por las paredes y la bóveda cae agua, pero después ya está más seco. Es impresionante ver la obra de ingeniería que hicieron con tan pocos medios, sin maquinaria (tiene 8 m. de anchura, para doble vía, y 6,5 m de altura), y que ahora esté así... da penita. Aquí sí que encendimos el foco (y jugamos un poco con las sombras):
Aunque hay información contradictoria sobre el número y origen de la gente que participó en esta obra, lo que sí parece estar claro es que en su construcción intervinieron presos de cárceles próximas a sus dos bocas, en concepto de redención de penas por el trabajo, que debieron vivir en el edificio que vimos primero. Junto al túnel quedan los restos de otros edificios que debieron ser utilizados por los encargados, en un estado también lamentable:
Al otro lado hay un gran silo cilíndrico que en realidad era un molino donde se trataba la roca sacada del túnel para poder reutilizarla:

Encima de la entrada se ve una inscripción con el nombre y longitud del túnel y a cada lado hay un escudo. El de la derecha, aunque no se ve muy bien, parece ser el escudo de la entonces provincia de Santander. El del otro lado, el de la foto, representa un ancla, un canal y un puente, emblema de la ingeniería de caminos, canales y puertos:
Volvimos sobre nuestros pasos, volviendo a cruzar el túnel Mayoral:
Desde la distancia, el edificio de los presos parecía pertenecer a un cementerio, las ventanas parecían nichos:

Enseguida llegamos al túnel 3, el Empeñadiro, de 130 m., desde una boca se ve la otra:
Al salir, el paisaje enmarcado:
El 4º túnel, el Morro, de 263 m., no lo atravesamos, pasamos por un sendero a la izquierda del túnel, con vistas sobre el valle del río por donde habíamos subido:
El túnel nº 5, el Morrito, es el más corto: 43 m.:
Al acabar de cruzar los túneles ya decidimos comer nuestro bocata, que eran como las 3 de la tarde.
Y ya enseguida, con fuerzas renovadas, bajamos por una suave pendiente, hasta la estación de Yera. Por allí había muchos charcos, lo que me permitió jugar con los reflejos que tanto me gustan: 
Esta estación también formaba parte del proyecto. Es un bonito edificio hasta el que se puede llegar en coche, pero su estado es... penoso:
 Esto es lo que queda de un edificio que debió estar completamente acabado:
Por sus destrozadas ventanas se puede ver la carretera que sube hacia Burgos, por el puerto de Estacas de Trueba:
 Después de mirar el entorno y pensar en lo que el funcionamiento de todo este proyecto hubiera supuesto para la zona, sin olvidar el hecho de que sólo faltaron de acondicionar unos 50 km (hasta Sarón, ya que desde ahí hasta Santander ya estaba hecha la explanación, a falta de poner las vías), no sé...
Bueno, ya decidimos continuar, que nos faltaba un rato. Bajamos hasta unas casas que también formaban parte de la obra. Era uno de los 2 poblados que se crearon precisamente para atender las necesidades de los obreros (el otro poblado está en la parte de Burgos). Justo antes de llegar a esas casas hay otra señal para ir a la izquierda. Empezamos el tramo de regreso:
 Un poco más abajo se puede ver la estación en la que habíamos estado con los 32 arcos de hormigón de 50 m. de altura que lo sostienen:
 Ya estábamos en la ribera del río Yera, con caídas de agua menos importantes, pero con sus puentes de piedra:

Con sendas más propias de un río menos abrupto:
 En cuya ribera se extienden importantes fincas robadas al monte:
 Y de nuevo, sin ninguna dificultad, enlazamos con el camino de ida, pasando por una plantación de arándanos, en grandes tiestos, ahora mismo de triste aspecto:
 Ya cerca del pueblo, las cabañas pasiegas estaban muy bien arregladas:
Los mismos senderos perfectamente delimitados por muros de piedra sobre piedra:
 Sin faltar alguna presa:
Y así llegamos de nuevo al centro del pueblo, donde habíamos dejado el coche. Destaca su iglesia parroquial del S. XVII, con su enorme espadaña y las casonas montañesas de grandes miradores:
Y después de hacer unas fotos por allí, bajo la luz de una preciosa tarde de enero, sobre las 6 de la tarde nos fuimos hacia Selaya por el puerto de la Braguía con esta vista de Castro Valnera:

Y así, en Selaya, tomando chocolate con sobaos dimos por terminado un día perfecto, habiendo hecho una ruta de unos 16 km, muy, muy bonita y que, aunque lo pensamos un poco a última hora, nos salió perfecta  y que nos ha hecho pensar mucho por la historia que acompaña a la parte de los túneles. Nosotros llevamos un GPS con el track que descargamos aquí, pero como he dicho, está bien marcada y no tiene dificultad para hacerla. Aprovechad ahora que el río lleva agua para hacerla, no os arrepentiréis!!!!
Por cierto, si tenéis curiosidad por saber más acerca del proyecto inconcluso del túnel de la Engaña podéis pinchar aquí.
De este estilo es otra que hicimos hace tiempo, la de las cascadas de Lamiña, que os conté aquí, que también es muy bonita,  pero a mí me ha gustado más esta, pero si os coge más a mano no dudéis en hacerla también.