domingo, 20 de enero de 2019

LOGROÑO- LA RIOJA


Este año, por Navidad y entre las fiestas, aprovechando que teníamos vacaciones, nos fuimos un par días a Logroño. Hace tiempo, varias parejas de amigos íbamos todos los años a pasar allí un fin de semana. Cada año visitábamos una zona de la Rioja y nos quedábamos en la capital, con lo cual tengo un magnífico recuerdo de aquella época, en la que pasábamos las mayores juergas del mundo....
En fin, aquello se pasó y lo disfrutamos mientras duró, pero en esta ocasión, no menos gratificante, fuimos con mi hija. 
Cuando nos lo planteamos, recordé que había visto una foto en instagram de un sitio que me pareció muy bonito y creyendo que era por el País Vasco, pensé que igual nos cogía de paso. Así que me puse a buscarlo, con mucha paciencia ya que no tenía más referencias, sólo recordaba eso (no lo había apuntado en mi carpeta 😩...), y....lo encontré!!!, pero no era en el País Vasco. Era el Balcón de Pilatos, en Navarra. Es un mirador sobre el nacedero (sí, allí se llama así) del río Urederra, en el Parque Natural de Urbasa. No es que nos cogiera de paso para ir a Logroño, pero había apenas 50 km de diferencia si nos desviábamos, así que mi marido se mostró receptivo (como siempre) y allí fuimos. Al atravesar el Parque, al que subimos por una carretera con curvas indescriptibles, vimos muchas señales de rutas, debe de ser una zona muy bonita. 
El mirador está perfectamente señalado: hay un aparcamiento junto a la carretera y, desde allí fuimos andando hasta el Balcón, por el borde de un acantilado de unos 200 m de altura (sin peligro). Hasta el mirador son apenas 2 km de paseo (y otros tantos de vuelta), pero sin duda merece la pena:
Abajo, en el valle de Améscoa, está el pueblo de Baquedano, desde donde también se puede empezar la ruta hasta el nacedero. Cuando llegamos esta era la visión del valle, por debajo de una capa de niebla, con una abertura al fondo:
Llegamos hasta el mirador donde me sentí bien pequeña (fijaros en mi marido a la izquierda de la foto) y me harté a hacer fotos (mi niña se prestó a salir en alguna):
Por lo visto, el subsuelo de la Sierra de Urbasa está llena de cavidades con un lago interior donde confluyen las aguas caídas en la zona. Cuando sube el nivel, sale al exterior por donde puede, formando cascadas y oquedades:


Al fondo, a los pies de una escarpada pared, se podía ver y oír las aguas del río de un precioso color verde (me quedan pendientes varias excursiones por la zona):
Cuando nos volvimos, la niebla fue bajando, y para cuando llegamos al coche ya había poca visibilidad, una pena.
Bajamos al valle y seguimos hasta Estella. Allí comimos y después nos dimos una vuelta por el pueblo, de cuidadas calles y edificios tan hermosos como este Palacio de los Sancristobal:
Por la calle Curtidores, llegamos hasta la iglesia del Santo Sepulcro, con fachada de estilo gótico con distintas figuras bajo arquillos que flanquean un gran arco donde la decoración narra la pasión, muerte y resurrección de Cristo:
El Palacio de los Reyes de Navarra (o de los Duques de Granada de Ega), su bella construcción y su rica sillería nos habla de la importancia que tuvo el pueblo. Hoy es Museo, pero también fue cárcel:
Ya en el coche, camino de Logroño, no pudimos evitar parar en la Fuente del Vino de las Bodegas Irache, muy celebrada por los peregrinos del Camino de Santiago, y, por supuesto, hasta mi hija bebió un trago (del grifo de vino, que hay uno de agua también):

Ya de noche llegamos a la ciudad. Lo primero localizamos el hotel, muy céntrico, junto a la calle Laurel, (nunca nos habíamos quedado en él) y aparcamos.  Tomamos posesión de nuestros aposentos y salimos en busca de la oficina de turismo, junto a la cual está este monumento a la Valvanerada, homenaje a la marcha nocturna de 63,2 km que se celebra todos los años entre Logroño y el Monasterio de Valvanera (me llamaron la atención las piernas de la muchacha...):
En la oficina de turismo nos indicaron las cosas más importantes para ver y los horarios. Nosotros ya conocíamos casi todos pero Elia no, por lo que seleccionamos los que podíamos visitar a aquella hora y... en marcha!!!
Logroño es una ciudad pequeña, fácil de recorrer a pie. En primer lugar fuimos a la concatedral de Santa María de la Redonda, con sus 2 esbeltas torres gemelas y un gran retablo en el centro.  Fue  construida sobre una cimentación de sarmientos precisamente porque estos no se pudren con la humedad (está cerca del Ebro, en terreno pantanoso):
En su interior, tras el retablo mayor, se expone el Calvario, una pequeña pintura al óleo que se atribuye a Miguel Angel, aunque faltan algunas pruebas que lo confirmen sin dudas. Aquí se guarda en una caja fuerte (literal):
También tiene otras joyas como esta Inmaculada Concepción, de Gregorio Fernandez:
Desde allí nos fuimos al Museo de la Rioja, de entrada gratuita, ubicado en el palacio de Espartero:
En su interior se exponen pinturas y esculturas de los siglos XII al XIX:
Por una bonita escalera se van recorriendo las diferentes plantas donde se hace un recorrido por la prehistoria y las épocas prerromana y romana, pudiendo ver, lo primero, un audiovisual de la historia de la Rioja:
También se pueden ver distintas representaciones del habitat doméstico de distintas épocas, algunas muy curiosas y otras que me trajeron a la memoria cosas que había visto en casa de mi abuela:
Todo ello, complementado con pinturas algunas tan alegres como esta:
También asistimos a la presentación de una nueva exposición, donde el pintor nos fue explicando uno por uno sus cuadros. Hay que ver qué historias y qué mundo hay detrás de cada obra!!!
Y después de pasar un buen rato en este museo, que me encantó, nos fuimos al ayuntamiento donde estaba expuesto el Belén Monumental, uno de los más grandes y visitados de España, con un curioso sonido ambiental, parecías estar dentro del poblado...
Están representados los edificios más emblemáticos de la Rioja, como la iglesia de San Bartolomé que se utiliza como Portal:

O la iglesia de Santa María de Palacio, con su torre piramidal octogonal:
Y así, pasando por el mercadillo navideño, nos fuimos paseando hasta la calle Laurel, lo primero a comer unos champiñones en el mítico Soriano y después los pinchos que fueron cayendo, algunos en sitios que ya conocíamos y otros en sitios nuevos, regados todos ellos con rico vino de Rioja. Y ya nos recogimos.
Al día siguiente, después de desayunar, comenzamos nuestra visita turística de día. Fuimos hasta la Muralla de Revellín, o lo que queda de ella. En realidad apenas esta puerta, la de Carlos V, orientada al oeste, con su escudo imperial, permanece en pie:
Al lado, el Cubo del Revellín, construido en agradecimiento a los logroñeses por su resistencia ante el ejercito francés, durante cuyo asedio sólo se alimentaron con peces del Ebro. No lo pudimos ver porque estaba cerrado todavía:
Bordeando el Cubo nos encontramos con una zona ajardinada, con parques a la orilla del río, hasta llegar al Puente de Hierro, uno de los 4 que cruzan el Ebro. Tiene 330 m  de longitud y unos 8 m de altura, que fueron sobrepasados varias veces por la crecida del río, cosa que cuesta creer cuando ves la anchura que tiene el Ebro a su paso por ahí:
Al final del puente, a la derecha, está la Casa de las Culturas (en la foto, es el edificio que se ve entre los dos puentes, el Puente de Piedra al fondo). Antes de llegar a la Casa hay un parque con varios elementos para experimentar con el sonido; siempre pasamos un rato jugando con ellos. Dentro de la Casa de las Ciencias, en su origen un matadero, vimos un par de exposiciones y algo que me encantó: Había una sala con mesas en las que habían dispuesto varios juegos matemáticos, verdaderos retos para tu cerebro. Hicimos un par de ellos, pero me hubiera gustado hacerlos todos, o, por lo menos haberlo intentado, que algunos eran muy complicados, los hay de diferentes niveles y para diferentes edades, me gustan los retos!!!:
En cualquier sitio, podías encontrar muestras de arte callejero, tan de moda, y, para mi gusto, tan acertado si es en el lugar idóneo:
Volvimos al centro cruzando por el Puente de Piedra, con 198 m de largo y 7 arcos, como los peregrinos del Camino de Santiago, en busca de la iglesia de Santa María de Palacio, con su típica linterna octogonal o aguja, con forma de corona real:
En su interior se cobija la Virgen del Ebro, una pequeña estatua que  se dice que apareció flotando en el río:
Continuamos hasta la iglesia de San Bartolomé, una de las más antiguas de la capital riojana, declarada Monumento Nacional. Tiene una impresionante portada ojival gótica, muy bien conservada, en la que, en diferentes escenas, se cuenta el martirio del santo y el hallazgo de sus restos:
Detalle del tímpano del pórtico, con Cristo entre la Virgen y San Juan. Es bellísimo, la verdad: 
Cerca, la calle Portales, de mucha actividad, con la concatedral al fondo:
Nos acercamos hasta el Paseo del Principe de Vergara, más conocido como el paseo del Espolón por su parecido al de Burgos. Está en el centro y en él destaca la estatua de Espartero (además de mi maridito...):
Curioso empate...:
Volvimos a pasar por el mercado de abastos San Blas que la tarde anterior visitamos por dentro (no me llamó la atención):
Nos acercamos a la plaza del Juego de la Oca: Existe una teoría que dice que este juego lo inventaron los templarios en el siglo XI  basándose en el Camino de Santiago. Aquí, en una partida, podemos reconstruir el Camino siguiendo las etapas y pasando por los monumentos más representativos. La verdad es que estaba un poco sucio:
Está al lado de la iglesia de Santiago, que por cierto, no hemos conseguido ver por dentro:
Y así llegó la hora de comer. Se nos presentó una duda: buscar un restaurante donde sentarnos a comer el plato del día, algo típico de la gastronomía riojana, o comer en el Laurel y aledaños, tapeando. Al final decidimos que patatas a la riojana las podemos comer en casa y las tapas nos atraían más. Yo tenía ganas de la oreja rebozada. Lo primero fuimos a los champiñones que nos encantan y después buscamos el sitio más recomendado para comer oreja. Y lo encontramos: el bar el Perchas, muy cerca del Soriano, en la travesía del Laurel. Es muy pequeño y sólo ponen oreja rebozada y picante. Nos gustaron más las rebozadas pero las dos estaban exquisitas. 
Cuando nos sentimos satisfechos buscamos un bar que nos traía muy buenos recuerdos de otros tiempos para tomar el café. Y ya nos dirigimos al hotel donde habíamos dejado las maletas. 
Pasamos por el Parlamento de la Rioja, en el antiguo convento de la Merced, cerca de la Puerta de Revellín, junto a la Chimenea de la Tabacalera:
Y así, en medio de un ambiente navideño que se podía ver en cualquier fachada, dimos por finalizada nuestra visita a Logroño, que siempre es un placer:
¿Tenéis alguna tapa preferida en la zona?, ¿algún bar recomendable? Contádnoslo...