jueves, 16 de julio de 2020

NOJA Y EL MONTE MIJEDO

 Aprovechando uno de estos días preciosos del verano, la semana pasada hicimos una excursión por el monte que bordea una parte de la costa de Noja, sobre la playa de Trengandín en el barrio de Helgueras. Mi cuñado lo tiene muy pateado así que lo tuvimos muy fácil.
Aparcamos junto al campo de fútbol y nos fuimos andando en dirección al Molino de las Aves en la marisma Victoria:

La marisma Victoria forma parte del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, principal zona húmeda de la cornisa cantábrica.
Además de abundante fauna marina, es utilizado por aves migratorias procedentes del norte y centro del continente europeo en su desplazamiento hacia tierras más cálidas:
 

Caminamos por la calle Helgueras, bordeando la marisma, en un entorno privilegiado con la Villa de Noja al fondo:                                            
Llegamos a lo que llaman La Rota, donde nos adentramos en el monte. Comienza la ascensión. El bosque ha formado un túnel protector que nos distrae de la dureza de estos primeros metros:
La sombra que nos ofrece en un día como ese, es impagable:
Enseguida se abren algunas ventanas por las que asomarse para ver el humedal desde otra perspectiva:
Y donde parecía imposible, un claro se extendía rodeado de arbolado:
Aunque esta sierra de Mijedo está poblada por encinas costeras, una variedad adaptada a las circunstancias, también se ven algunos eucaliptos marcando el sendero:

Y así llegamos al primer mirador en el alto del Mijedo, con maravillosas vistas de la costa de Noja y de Isla al fondo:

El bosque nos ofrecía senderos bordeados de helechos, frondosos:

En otros momentos, muchos, el suelo está limpio de vegetación, si acaso una alfombra de hojas secas que, a veces, pueden resultar peligrosas porque resbalan:

Y, sobre todo en la parte más alta del monte, abundantes rocas calizas, que son las que, precisamente, han permitido que las encinas, más propias del clima mediterráneo, se hayan podido adaptar a un clima más lluvioso como es el nuestro, ya que esas rocas tan porosas absorben el exceso del agua (agua que al final va a parar a la marisma): 

Y son esas rocas, que a veces forman enormes paredes, las que hacen más atractivo el camino. Para llegar a las cimas había que subir agarrándose a ellas:

Llegamos a la cima del segundo monte, el Miravalles. Las vistas hacia nuestra izquierda son más o menos las mismas, ya que estamos recorriendo un macizo paralelo a la playa de Trengandin, pasando de una cima a otra:

Pero hacia la otra parte, hacia el este, ya empezamos a intuir las Marismas de Santoña:

Nos falta subir a la cumbre del Cueto (en la foto, en primer lugar. A su izquierda, pequeñita, la Punta del Brusco al final de la playa, justo donde acabaremos la ruta, y detrás la Punta del Águila en el Monte Buciero:

Y por delante nuestro, al norte, la inmensidad de un mar Cantábrico en el que un velero apenas parece un pajarillo (aunque en la foto, gracias a mi super-zoom 😀, parece grande...)

Seguimos la ruta. Bajamos otro collado antes de ascender a la última cima. Mi cuñado ya nos dijo que esta no tenía vistas, las encinas lo impiden ya que suben muy alto. Así todo subimos, esta es la cima, una roca. A su alrededor, las encinas vistas por encima:

Nos faltaba de bajar un último collado, un sendero típico en la mayor parte del terreno de esta parte de la sierra: limpia y seca en su base:

Y de pronto pasamos a otro tipo de bosque. Entramos en el Brusco, que creo que ya pertenece al municipio vecino de Argoños. Nunca un nombre me pareció tan acertado, porque el cambio fue realmente brusco. Pasamos de un bosque de "cabeza mojada y pies secos", cómodo de andar pese al desnivel que en algunos tramos es bastante pronunciado (tanto es así que hay un par de puntos con cuerdas para agarrarse y evitar sentar el culo 😅), pasamos, como decía, a otra zona de arbustos, espinos,..., mucho más peligroso para recorrerlo, había que andar con los brazos levantados para no pincharnos o arañarnos.
Del paisaje.... pues qué decir...: mirando hacia el oeste, hacia Noja, vemos la playa a los pies de las tres cimas que acabamos de recorrer: Cueto (en la foto, el más cercano), Miravalles y Mijedo (en la foto también se ve una cuarta cima, el Cincho, que no pertenece a este macizo, está en Isla y lo recorrimos hace tiempo como os conté aquí ):

Mirando hacia el sur podemos ver alguna urbanización de Argoños:

Y si nos volvemos hacia el este nos encontramos con esto: la playa de Berria, las Marismas de Santoña y el monte Buciero:

Detalle del Parque Natural de las Marismas de Santoña, localizadas en torno al estuario del río Asón, punto estratégico en la migración de aves procedentes de latitudes más al norte:

Detalle de la playa de Berria, muy ventosa y de oleaje moderado y donde, pese a la gran afluencia de gente, se mantienen las distancias sociales requeridas por la actual situación sanitaria. En la foto también se aprecia el recinto carcelario del Dueso:

Nosotros continuamos el sendero hacia la Punta del Brusco antes de comenzar el descenso hacia la playa de Trengandin:

Bajamos con precaución ya que hay muchas rocas puntiagudas. Por aquí se puede cruzar de la playa de Berria (Santoña) a esta de Trengandin, en Noja, llegando justo por la parte más oscura de la foto, por debajo del rayo de luz, en la zona donde están permitidos los perros:

Enseguida salimos de la playa para continuar por un camino asfaltado que pasa junto a estas ruinas de la ermita de San Nicolás:
Y cruzado el barrio de Helgueras, cerca ya del campo de fútbol, este puente medieval, por debajo del que transcurre el exceso de las aguas salobres de la marisma:

Estas aguas acaban en el mar, dividiendo la playa de Trengandin, habiendo ocasiones, cuando la marea está alta, en que apenas se puede cruzar de una parte a otra:

En resumen, lo hicimos en unas 3 horas y media, sin prisa, es una excursión fácil ya que la altura máxima que se alcanza son pocos más de 200 m., está marcado con cartelitos indicadores. También se puede subir desde Argoños, al sur de la sierra. Como digo es fácil, pero también muy sorprendente. Parece imposible, viendo lo cerrado que parece desde la playa, que haya algún camino que lo atraviese. Y muy agradable, por lo menos en días de calor, ya que había una sombra muy fresquita.