Hoy retomo mi sección de 'Costa de Cantabria' con esta zona que es, sin duda, mi preferida: las playas de Noja me encantan. Bueno, la más oriental, la de Helgueras, que comienza en la Punta del Brusco y va hasta la pequeña desembocadura de las marismas de Victoria y Joyel, es la que menos visito, solo vamos a veces paseando hasta allí, pero Trengandín es mi playa los fines de semana en verano (entre semana vamos más a Somo, que nos queda más cerca). Hace años íbamos a la de Ris, pero ya era muy complicado aparcar, así que cambiamos de playa.
Diríamos que la playa de Trengandín comienza aquí, viendo la foto, hacia la derecha, donde un regato que baja desde las marismas, divide en dos el largo arenal (no sé si esto es del todo correcto, igual cruzando el regato todavía es Trengandín 😕, no sé dónde empieza Helgueras exactamente):
Y ahí, con bajamar, comienza la fiesta, un espectáculo de rocas con todas las formas que nos podamos imaginar. La más famosa es la de la portada, el Caballito de Mar, pero cualquiera de ellas es una obra de arte:
El paisaje es asombroso, parece que estamos en otro planeta:A poco que nos acerquemos a una roca podemos ver lienzos como este:
Si bajamos la vista hacia la arena, aunque esté nublado, las formas, las luces, los reflejos,...:
Algún ser misterioso, un artista por cierto, hace dibujos cuando nadie lo ve... ¿o será el agua?😏:
Ese mismo ser abre agujeros en las rocas para no perder detalle:
El casco antiguo de Noja con la iglesia de San Pedro y su inconfundible campanario, a pie de playa:
Al final de la playa, además de la salida normal, en bajamar podemos llegar hasta una escalera que sube al paseo marítimo, y hacia la derecha nos lleva hasta la playa de Ris por el llamado Paseo de la Costa. Varios bancos nos invitan al descanso, a la contemplación:
Pero no acomodarse, continuar el sendero merece la pena:
Aquel día, cuando la marea estaba ya subiendo, el islote de Peña Pombera iba soportando los azotes de las olas como podía:
Un poco más adelante, esta bajada a una pequeña playa ahora no parece muy cómoda, pero sé que esto puede cambiar para cuando lleguen los bañistas en verano, el agua, a veces, mueve la arena tapando o descubriendo rocas:
Oleaje que nos regala instantes de gran belleza:
Y llegamos a lo que queda de una antigua casa de baños y de un vivero de mariscos:
Cuando llegamos a la zona boscosa tenemos varias opciones de senderos, yo elegí, como siempre, el más cercano a la costa, pero tengo pendiente cruzar por más adentro que creo que hay árboles pintados y tallados con formas de animales.
El sendero a ratos es abierto al mar y otros estrecho, sombrío, buenísimo para soportar el calor del verano, eso sí, hay que tener cuidado con las raíces para no tropezarse:
Pequeñas calas de difícil acceso:
Eucaliptos que ya no pueden disimular sus arrugas:
Miradores naturales hacia Santoña y el Buciero:
Echar la vista atrás siempre es una buena idea:
Y así llegamos a la llamada Punta de la Mesa, en la esquina, una zona donde comenzamos a ver rocas negras y planas que visto en perspectiva pudieran parecer una mesa (no es esta la foto que mejor lo explica 😏)
Por aquí, el sendero ya es de arena, y ya vemos las dunas colgadas, dunas que se han formado sobre el acantilado, fenómeno geológico extraño y de gran interés por cierto.
Hemos salido de la zona de bosque y nos acercamos a la playa de Ris:
Enseguida nos encontramos con los restos de un bunker de la guerra civil española, donde un gran cañón defendía la costa. Hoy, ya sin cañón, nos sirve como un bonito mirador del mar Cantábrico:
Pasando el bunker también tenemos la opción de meternos en el bosque, yo continué viendo el mar que tanto me gusta.
La playa de Ris, Isla y el Cabo de Quejo al fondo se presentan ante nuestros ojos:
Una pena que, además de ver las fotos, no podamos escuchar el sonido del agua cada vez más embravecida en esta parte de la costa de Noja:
Y llegamos a las famosas gafas gigantes de Ris, una estructura de acero inoxidable, construida por alumnos de la escuela-taller del municipio como reclamo turístico. Hay gente a favor y gente en contra. Yo, cuando lo pusieron ahí, pensé que era una pena porque el sitio es un mirador natural fantástico y no encontraba la necesidad, pero hoy, pasados unos años, veo que cumple su función, es una atracción más:
La verdad es que las vistas y las puestas de sol a través de las gafas no tiene precio, invita a no perderte nada, son un marco incomparable:
Desde ahí, donde comienza la playa de Ris, me volví al coche que estaba en la otra playa, junto al campo de fútbol, y se me había hecho tarde. La vuelta ya la hice callejeando por el pueblo. Caminé, en total, unos 8 km y comparto un mapa que, como siempre digo, es orientativo, y en este caso incluso más, porque al entrar en zona de bosque, es difícil seguir las sendas (es que yo hago los mapas a mano, sobre el Google Earth 💪):