jueves, 17 de noviembre de 2016

NARANJO DE BULNES-HORCADOS ROJOS

En realidad, aunque esta ruta se le conoce con este nombre, la del Naranjo de Bulnes o Picu Urriellu, lo que hicimos fue llegar hasta la Vega de Urriellu, o sea, hasta la base, donde está el refugio, a 1960 m. de altura (el Naranjo tiene 2519 m.). Los 550 m. de diferencia se lo dejamos a los escaladores que aquí encuentran varias opciones para escalar puesto que es casi un cilindro de caras verticales y, sobre todo la cara oeste, la más complicada, es perfecta para disfrutar. De hecho es en el Picu Urriellu donde comienza la historia del alpinismo en España, cuando en 1904 Pidal y el Cainejo (este descalzo), la escalaron por primera vez. Por eso es tan emblemática en el mundo de la escalada. 
El Pico Urriellu es calcáreo, de origen Paleozoico, situado en el Macizo Central de los Picos de Europa, en la parte asturiana, y es de una belleza total. La Vega de Urriellu es un valle de origen glaciar cuaternario y alcanzarlo produce una satisfacción inenarrable.
Salimos prontito de casa, que había que ir hasta Sotres. Esta vez fuimos hasta el entorno de Llanes por la autovía y ya nos metimos hacia el interior (mi marido nos dijo que por no ir siempre por el mismo sitio, porque sí, no era la primera vez que subíamos al Naranjo) y ya, de camino, desde el coche vimos nuestro objetivo, muy lejos aun:
Un poco antes de llegar a Sotres se coge una desviación hacia la derecha, primero en descenso, pasando junto a unas cabañas, los invernales del Texu, y tras unos 4 km. por una pista insufrible, llena de baches y con un gran desnivel, llegamos a un punto donde nos pareció oportuno dejar ya el coche (o le perdíamos en un enorme agujero). Comenzábamos nuestra ruta en una bonita mañana de principios de octubre:

Enseguida llegamos al final de esta pista donde, he de decir, llegaban también coches, los más valientes. El collado de Pandébano.
Y empezamos a subir por una campa (hay un cartel indicativo, la ruta no tiene pérdida). Al poco ya vemos cómo se asoma el Picu Urriellu, esa mole con forma tan identificable:
Tras subir por esa campa y siempre yendo hacia la izquierda, alcanzamos la majada de la Terenosa:
Con su refugio con capacidad para 20 personas, sitio para cocinar y estufa de leña. En su entorno hay también una fuente (en los meses de calor es importante llevar agua puesto que no hay sombras, sólo las que te den la propia montaña):
 Continuamos la marcha, pasando por el monte de la Varera:
En la parte de abajo del valle apenas vislumbramos el pueblo de Bulnes (en el que también estuvimos hace bastantes años, cuando el funicular era sólo un proyecto):
 El colorido, entre sol y sombras, era espectacular:
 Por tramos, el paisaje se tornaba verde, con las señales inequívocas de las torrenteras que en tiempos de lluvias y deshielo, arrastran y desmenuzan las rocas, tan abundantes:

Y nosotras disfrutando, con aquel cielo a ratos tan enmarañado, de testigo silencioso y juguetón:
Por caminos estrechos esculpidos en la roca (ningún peligro pese a que la caída hacia el valle era grande):
 En cualquier recodo la mole se abre paso a nuestros ojos, tan imponente:
 En el mismo momento en que si miras para atrás, quizá, otro espectáculo se presente ante nosotros: un mar de nubes que intenta cubrir con su manto todo aquel laberinto de rocas y valles:
 Continuamos por caminos que claramente se van intuyendo a lo lejos:
Mirando hacia atrás también te percatas de lo andado:
 Momentos para parar, ver, observar, escuchar, sentir, pensar,...:
 Imposible no hacerse una foto con aquella maravilla de fondo:
 O esta otra panorámica:
Cuatro pasos más y parecía que ya la teníamos allí, pero no, todavía nos quedaba lo más duro. Eso sí, entendimos el por qué del nombre de la montaña: le llaman Naranjo de Bulnes por el color anaranjado que toma cuando le da el sol, sobre todo al amanecer, pero comprobamos que incluso sin sol también se ven capas naranjas; así que me he permitido la licencia de jugar un poco con esta foto para resaltar aún más el color, como si ardiera por dentro (el resultado es la primera foto, la de portada):
Por momentos el paisaje adquiría una cuarta dimensión, las nubes se esparcían por aquí o por allí..., siempre a nuestra espalda (de momento):
Y sí, tras una buena subida zigzagueante, al fin divisamos el tan esperado refugio. El olor a caldo inundaba el ambiente. Descansamos un poco y seguimos, que este no era nuestro final. Yo nunca había subido más arriba, pero nunca es tarde. La mejor vista del refugio a los pies de la mole se tiene desde arriba:
 Enseguida se convierte en una pequeñez en medio de todo aquella inmensidad:

Mi marido nos engañó, perdón, nos dijo que hasta la base de Horcados Rojos y Pico Tesorero era otro paseo, 1 hora más. Así que nosotras, tan felices, para arriba (lo que hay que hacer por contentarle...):
 Pronto empezamos a ver que no era precisamente un paseo, que  a veces se complicaba un poco, teniendo que escalar entre piedras:
Pero todavía no habíamos llegado a lo peor. Yo ya había estado en Horcados Rojos pero subiendo desde el otro lado, desde Fuente De, así que ya iba viendo nuestro objetivo, pero no quería decir nada para no asustar a Angelines, que no lo conocía. Sudores me entraban según nos íbamos acercando. Ya decidimos parar a comer. Tuvimos que buscar un sitio recogido porque hacía viento frío. Acompañados de este pajarito (y un par de ellos más que iban y venían) y yo, con un nudo en el estómago, nos comimos nuestros bocatas. De frente este paisaje. Veíamos gente bajar, como hormiguitas. Para cuando acabamos de comer yo ya lo tenía claro. No iba a subir. Angelines ya lo tenía decidido también. La ruta era esta, subir lo de la raya blanca y desde ahí, agarrarse a un cable de acero y seguir para arriba, lo de la raya azul:

 Este es el detalle, lo amarillo se hace con el cable y por donde la flecha azul, si os fijáis, se ven a unos cuantos bajando (creo que nos dijeron que eran 16):

Así que seguimos, haríamos lo que pudiéramos. Para llegar al final de la raya blanca ya tuve mis problemas pero llegué. Quería ver cómo era lo del cable. Y en efecto llegué, le toqué, pero fui incapaz de dar un paso para arriba: 
En cambio mi marido se agarró al cable y comenzó a trepar como si fuera en llano. Me quedé alucinada, la verdad. Nunca deja de sorprenderme:
Desde allí todo parecía perderse en el infinito. Esto era el llamado Jou de los Boches. Al fondo el Picu Urriellu en el círculo azul, comimos donde el círculo negro, el grupo que bajaba por el cable rodeados de blanco, y Angelines de rojo. Imaginaros las distancias:
 Y en un momento, mientras hacía un par de fotos, cuando me di la vuelta mi marido ya estaba casi arriba, qué fuerza tiene el tío...  (él rodeado de azul y el cable, de blanco):
Desde arriba Jose pudo disfrutar del juego de colores, con el Naranjo atento a todos sus movimientos:
 Para el otro lado, cerquita, Cabaña Verónica. Él en el mismo sitio, la luz, diferente:
Nosotras comenzamos a bajar, y a subir, atravesando el Jou sin Terre y la garganta sin Terre, de regreso. Jose nos dijo que no le esperáramos, que él es más rápido, y en efecto, cuando me quise dar cuenta, al volverme para hacer la foto, ya le vi que venía, a lo lejos (la hormiguita rodeada de blanco) :
Ya subimos el último repecho, dejando atrás un paisaje lunar, de grandes hoyos, sin apenas vegetación:
Cuando llegamos al último tramo, viendo ya el refugio, nos alcanzó Jose. Estuvimos un poco descansando allí, viendo cómo ahora había más gente que por la mañana y pensando que donde se quedarían. Porque el tiempo se estaba poniendo malo, se metió una niebla densa que impedía la vista más allá de 25 m. Así que nosotros comenzamos el descenso disfrutando ahora de otro paisaje diferente, viendo como de la nada iban surgiendo las rocas:
Por el camino encontramos muchos andarines cargados con todos los bártulos de escalada y pensábamos que no iban a caber en el refugio. Preguntamos a unos chicos que subían y nos aclararon todas las dudas. El refugio Delgado Úbeda tiene capacidad para casi 100 personas y se puede llamar para reservar. También vimos que algunos preparaban para dormir fuera, pero no sé como acabarían porque la niebla mojaba.
Al final tuvimos cierto problema para encontrar la senda buena para  llegar a Pandébano ya que había muchos caminos posibles hechos por el ganado y con la niebla no veíamos hacia donde debíamos ir. Pero gracias a nuestro instinto montañero, jajaja, cogimos la buena, la que parecía que acababan de abrir para nosotros: 

Y así acabamos nuestra ruta. Yo con la pena de no haber podido subir hasta Horcados Rojos, sobre todo porque mi marido me dijo que me hubiera encantado bajar: él se agarraba al cable y se dejaba caer de roca en roca, saltando, medio volando (llevaba guantes), y eso hubiera sido lo más para mí, pero creo que ya llegué un poco tarde, en fin...
Espectacular excursión, hasta el refugio del Naranjo sin ningún problema, incluso para niños, de hecho mi hija subió cuando era bien pequeña, en 3-4 horas se sube y, desde luego, merece la pena.

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