Pues sí, en octubre pasamos unos días en Fuerteventura. Allí viven un hermano de mi marido, su mujer y su hijo y fuimos a hacerles una visita. La segunda, ya que hace 5 años también estuvimos en su casa. Y claro, muy bien. Compartimos unos espléndidos días, porque, aunque los pronósticos del tiempo no eran muy halagüeños para esas fechas, tuvimos suerte y no empezó a llover hasta que nos vinimos.
Yo sólo tengo un problema con estos viajes en que cuentas con guías de excepción: que, cómo me dejo llevar, después me cuesta hacer esto, porque no sé muy bien donde nos situamos en cada momento, así que si cuento alguna inexactitud, en cuanto al orden, ustedes me perdonen.
Para mí, la fiesta ya empieza en el vuelo. No sé si ya he contado que soy una enamorada de las nubes, bueno, de las formas y colores que toman las nubes a veces (si es todo nube ya no me gusta tanto, jajaja). Y desde los aviones las nubes adoptan otra dimensión. Me encantan. Son como de algodón:
Y si, entre las nubes, aparece un claro con el océano reflejando al sol...:
O aquellos pequeños montoncitos de nubes...:
Cuando ya nos acercábamos a la isla las nubes desaparecieron. El agua de un azul intenso, la isla de un marrón...:
Y de repente esto, un oasis en medio del desierto. Pero no, es un campo de golf (o dos seguidos), con varias urbanizaciones, sorprendentes por su color:
Enseguida está ya el aeropuerto donde nos recogió mi cuñada. Ellos viven en Corralejo, en el norte de la isla, a casi 40 km. del aeropuerto (media hora). Corralejo es, sin duda, uno de los centros turísticos más importante en la isla ya que tiene extensas playas de arena fina, forma parte del Parque Natural de Corralejo, es el punto de partida hacia la isla de Lobos, tiene buena comunicación con Lanzarote (las dos islas se ven desde Corralejo), es un pueblo de tradición pesquera, con gran actividad inmobiliaria. Y tiene unas maravillosas dunas, las más grandes del archipiélago, muy requeridas en sesiones fotográficas.
Y como no podía ser de otra forma, al día siguiente, fuimos a la playa, que, para mí, lo de darme un bañito a finales de octubre tiene mucho encanto (y ellos lo saben):
Estas dunas también están declaradas como Important Bird Area por la cría y reproducción de algunas especies:
Un extremo de la playa tiene rocas de este color negro, entretenido para los niños en busca de algún pececillo o para el descanso de mi guerrero:
A veces las nubes se concentraban sobre nuestras cabezas en lo que parecía una lucha por el poder (venció el sol):
Un paseo por la playa, con las islas de Lobos y Lanzarote más atrás:
Y ya nos fuimos a comer con la familia, una rica paella que nos había preparado mi cuñada. Por la tarde, que Javi ya no trabajaba, nos fuimos de turisteo. La otra vez nos llevaron a la zona de Ajuy (entre otros), con sus preciosos acantilados y sus aguas bravas (y nosotros con 5 años menos). Esta parte de la isla me encantó:
Pero volviendo al viaje de este año, como decía, por la tarde nos fuimos a hacer turismo hacia la parte noroeste de la isla. Nos enseñaron un complejo turístico, el OrigoMare, cuando menos curioso. Se trata de un resort compuesto de gran cantidad de villas y estudios, con mayor o menor capacidad, y con todos los servicios que te puedas imaginar. Es otra forma de entender las vacaciones. Seguimos hacia el sur por la costa, por un camino de cabras, quiero decir por una pista playa a través, pero de gran belleza. Además, estaba cayendo ya la tarde y el color era...:
Nuestro objetivo era el faro del Tostón, cerca de El Cotillo, y que alberga el Museo de la Pesca Tradicional (y que, por cierto, ha debido cambiar de look recientemente porque en todas las fotos que he visto en la red aparece con más rayas, menudo lío he tenido, jajaja):
Pasamos un rato disfrutando de la tranquilidad de la zona:
Y saltando por aquí y por allá, con las piscinas naturales que se forman en la Caleta del Marrajo. Y nuestros anfitriones repitiendo ruta (mi cuñada aguantando como una campeona los embates del camino):
Desde aquí seguimos otro tramo por la costa, hasta que se hizo de noche, que ya nos metimos hacia el interior, tomamos un refresco por el camino y para casa, que Mario nos esperaba para salir a cenar a Corralejo y había que ducharse y ponerse chulos.
Al día siguiente madrugamos, querían enseñarnos la parte sur de la isla, la más alejada. Paramos un poco antes de llegar a Costa Calma y paseamos por allí, por un complejo con una impresionante piscina panorámica:
Unas preciosas cascadas:
Para acceder a una playita con alguna piedra, eso sí:
Y desde donde se podía apreciar el perfil de la costa hasta llegar a Costa Calma, en la foto, al fondo:
Desde allí nos fuimos a dar un baño en la playa de Sotavento, dejando atrás Costa Calma y Playa Esmeralda. Son casi 9 km. de arena fina, de aguas tranquilas y un referente para los que se quieren iniciar en el surf y en el kitesurf:
Y continuamos hacia el sur. Nuestro próximo objetivo era Cofete, la playa salvaje más espectacular de la isla. Saliendo de Morro Jable, donde después volveríamos a comer, por una carretera en no muy buen estado, nos encontramos con un paisaje diferente, que comienza a ser montañoso, con sinuosas bajadas a las pequeñas playas que se van sucediendo en lo que parece el final de una torrentera, aunque cueste trabajo pensar en que por allí, en algún momento, baje agua.
Y seguimos camino del sur. A los 8 km. encontramos un cruce que, por la izquierda, va a la punta de Jandía, en el extremo más meridional de la isla, con el Puertito de la Cruz como una mancha blanca en aquella aguja de arena y que continua hasta el faro (en la foto, en el borde a la izquierda. Lo blanco junto al pueblo en el centro de la foto es un molino de viento):
Nosotros seguimos en el cruce a la derecha, hacia Cofete, ya subiendo hacia la montaña, por un camino serpenteante, y con la intención de pasar a la vertiente oeste de la isla. A los 2 km. nos encontramos con el mirador Degollada Agua Oveja (no he encontrado el motivo de semejante nombre). Está a unos 230 m. de altura y desde él se ve esto hacia un lado (del que venimos):
Y esta maravilla hacia el otro:
Dicen que es la vista más fotografiada de la isla y no me extraña. Vemos la playa de Cofete, de más de 12 km. de larga y a su espalda el Macizo Montañoso de Jandía con las montañas más altas de Fuerteventura (Pico de la Zarza, 807 m.). En días claros se puede ver toda la costa occidental, hasta El Cotillo:
También se veía el caminito que íbamos a seguir para bajar a la playa (mención especial a Argentina que a pesar de no encontrarse en perfectas condiciones físicas, resistió aquellos caminos de Dios, llenos de saltos, de curvas y de algunos coches en dirección contraria que no aminoraban la velocidad en ningún momento, bueno, mi cuñado tampoco, supongo que para pasar aquello lo antes posible, jajaja):
Y llegamos a la playa, sí, llegamos. Poco frecuentada por la dificultad para llegar a ella, se mantiene perfectamente conservada. Y se respiraba paz. Y tranquilidad. En la foto, mis cuñados y el macizo de Jandía a sus espaldas:
De todas formas, no siempre debe ser tan tranquila como aquel día ya que es una playa ventosa y de fuerte oleaje y hay que extremar las precauciones, ¿verdad Jose? . Por cierto, ¿os habéis fijado cómo he captado con mi supercámara la esencia, el espíritu de esta playa en estas dos fotos? Serenidad en la de arriba y precaución en la de debajo... (jajaja):
Además de una playa de más de 50 m. de ancho, del singular poblado de Cofete y de un antiguo y abandonado cementerio, también podemos ver la extraña casa Winter, rodeada de misterios relacionados con nazis y que ha sido fuente de inspiración para varios escritores. Resulta extraño ver una edificación de este tamaño en este inhóspito paraje:
Desde aquí ya nos volvimos por el mismo camino hasta Morro Jable para comer, que era la hora.
Comimos muy bien en una terracita a la orilla de la playa, pescadito de la zona. Después dimos una vuelta por el paseo marítimo, comiendo un helado:
Y, cómo no, tocando arena y agua del Atlántico:
Regresamos a casa después de un movidito día, pero con nuestras retinas llenas de imágenes nuevas y con múltiples conversaciones compartidas. Ducha y al pueblo en busca de cena.
Al día siguiente ya nos veníamos a la península y hasta el cielo se puso triste. Por la noche debió de llover bastante y la mañana estuvo de este color, con olas que los surfistas supieron aprovechar (en los días siguientes llovió mucho, pero a nosotros nos respetó):
Nos llevaron al aeropuerto y se acabó nuestra visita, como empezamos, sobrevolando una isla de colores marrones en todas sus tonalidades, acariciada por un agua de un azul intenso que apenas puede evitar perder su color en el último momento:
Llegamos a Madrid con el tiempo justo de cenar con nuestra hija y con la misma para casa, que al día siguiente había que trabajar.
Regresamos con ganas de más, con cosas por ver, con caminos por seguir, pero sobre todo con charlas por mantener y abrazos por compartir. Gracias por tratarnos como a reyes.
Regresamos con ganas de más, con cosas por ver, con caminos por seguir, pero sobre todo con charlas por mantener y abrazos por compartir. Gracias por tratarnos como a reyes.
Qué bonita descripción de la isla!
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