Por Reyes nuestra hija nos regaló la estancia de un fin de semana, concretamente los días 10, 11 y 12 de febrero, en un hotel-balneario en Areatza (también llamado Villaro, que yo no lo sabía y tuve problemas con el GPS, yo le ponía Areatza y él me mandaba a Villaro y resulta que son la misma cosa), un pueblo de Vizcaya. Casualmente yo tenía guardado en esa carpeta de la que os hablo a veces, la que está llena de cosas que me gustaría hacer, una ruta por la zona. Así que, sin saberlo, acertó de lleno. Tuvo un pequeño problema con la reserva. Había escogido el fin de semana anterior, pero era justamente el que yo estaba de viaje post-Erasmus, en autocaravana, en el que fuimos a ver Le Mont Saint Michel, como os conté aquí. Lo tuvo que cambiar. Yo descansé esa semana y... en marcha otra vez!!!!
Así que el viernes, después de comer, nos fuimos para el País Vasco. Hacía muy bueno. Nuestro destino estaba a unos 120 km. de casa y en algo más de 1,5 h. estábamos allí. Lo primero tomamos "posesión" de nuestros aposentos; el hotel está a la entrada del pueblo, es sencillo, con una habitación muy correcta:
Después nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. El chico de recepción ya nos dijo que lo más bonito del pueblo estaba de la carretera hacia la izquierda. Y tenía razón. Enseguida nos dimos cuenta de que era un pueblo con cierto encanto. En efecto, en 1996 fue declarado Bien Cultural en la categoría de Conjunto Monumental:
Tiene 2 calles principales, paralelas, y entre ellas algunas estrechas callejuelas:
La plaza del ayuntamiento o Gudarien Plaza es, sin duda, el centro de actividad del pueblo:
A esa misma plaza da el Palacio de Gortázar o de Riscal, ejemplo de construcción aristocrática, con pinturas barrocas alegóricas en su fachada (sí, son pinturas, aunque pudiera parecer en la foto que es pared desconchada):
Callejeando, nos encontramos con la ermita de la Piedad:
El pueblo tiene un hermoso paseo junto al río Arratia, un río con aguas turbulentas, la verdad:
La residencia Bolivar, creada gracias a la donación de Bartolomé Bolivar, que en su testamento dejó dicho que con su dinero se levantara un asilo para los ancianos sin recursos del pueblo y que funcionara también como escuela para niños:
El paseo por la orilla del río me encantó:
Sonidos de mi infancia...:
A dormir, que la aventura del día siguiente se presentaba dura.
La idea era subir a la Cruz de Gorbea. Pensábamos hacerlo desde otro sitio, subiendo al puerto de Barazar, pero ya nos informamos que la subida principal partía del mismo Areatza. Eso sí, nos dijeron que no podríamos subir hasta arriba porque había nieve (jas jas).
Así que al día siguiente, sábado, desayunamos, cogimos el coche y subimos por una especie de carretera, unos 9 km., rodeada de pinos, bueno, más que rodeada, parecía asediada por los pinos. Nunca antes había tenido esa sensación:
La ruta parecía muy clara y fácil. Iban también parejas con niños pequeños y perros, muchos perros. Continuamos por la pista, cogiendo altura poco a poco:
A medida que avanzábamos, había más nieve. Lo más feo, la pista, que al pasar tanta gente, estaba "sucia"
Mirando hacia nuestra izquierda se veía montaña limpia, con un pequeño embalse a lo lejos:
Pero continuando nuestra ruta, la cosa se complicaba. Cada vez más nieve. Apenas se podía llegar hasta el refugio Ganguren Mendi Taldea, un poco desviado de nuestro camino. Los padres con niños llegaban, como mucho, hasta allí, una gran campa nevada donde poder jugar con la nieve:
El camino a seguir estaba marcado por las pisadas (que tampoco eran tantas para los coches que había abajo) y unos árboles protegidos por un importante cerramiento:
Echando la vista atrás, mi marido era una hormiguita:
El contraste con la montaña de al lado proporciona imágenes como esta:
Continuamos hasta un punto donde había otro cartel que indicaba una senda nueva bastante comprometida si no fuera por una alambrada que proporcionaba un poco de protección o de seguridad. Por allí ya nos planteamos volvernos pero siempre hay un "venga, un poco más..." Preguntamos a unos chicos que bajaban y nos dijeron que nos faltaba ya poco (más jas jas) aunque arriba había hielo y niebla. Conseguimos llegar hasta un pequeño hayedo donde hay otro refugio. Dijimos: "hasta donde empieza la cuesta".Y es que veíamos por donde iba la ruta pero cuyo final no veíamos, había mucha niebla:
Al llegar allí, mi marido dijo: "nos volvemos...", pero yo, aunque ya iba muy cansada, pensé que si fuera él solo, seguiría, así que... a tirar para arriba:
Al volver la vista atrás, el camino se perdía de vista:
Ya no podía quedar mucho... venga Jose!!!:
Pero nos faltaba lo peor. Veíamos como que había menos nieve, pero lo que había estaba helado, con lo cual la dificultad era aún mayor. Y no parecía que fuéramos a llegar nunca... Pero en una de esas, entre la niebla pude entrever la cruz. Se lo decía a mi marido, pero cuando él miraba ya no se veía. Así estuvimos un rato: se veía, desaparecía,... hasta que pude hacer la foto, pero ya muy cerca:
Por fin llegamos. Casi 2 horas y media nos llevó hacer lo que sin nieve se puede hacer en hora y media. Me costó mucho, la verdad, pero la satisfacción de haberlo conseguido, también fue muy, muy grande. La cruz está en lo alto de una estructura metálica, estilo torre Eiffel, con estalactitas, excéntricas y toda clase de espeleotemas (es broma, jajaja, que ya sé lo que son), señal del mucho viento y frío que puede llegar a hacer allí arriba. No en vano estamos a 1482 m. de altura. La cruz actual mide algo más de 17 m. Esta es la 3ª cruz que se alza, a las dos anteriores las tiró el viento. Dos de sus patas están en suelo vizcaíno y las otras dos en suelo alavés:
Volvimos a bajar por donde subimos, ahora más rápido, claro. El hayedo seguía allí:
Pensábamos comer por esa zona, pero hacía un vientillo que nos desanimó, así que continuamos bajando. Ahora ya veíamos la ruta seguida. En la foto, el hayedo queda justo en la espalda de Jose, la subida está justo por encima de su cabeza y hacia la derecha está la Cruz, aunque no se ve por la niebla:
Siempre digo que a mí no me importa regresar por el mismo camino porque siempre se ven diferentes perspectivas. Ahora nos acercamos a esta mesa metálica que tiene grabado un mapa con las montañas que la rodean, sus nombres y su altitud. Pasamos un rato (y sin comer que estábamos):
El resto del camino lo bajamos hablando y viendo, y hablando, y hablando, y viendo... Disfrutando.
Ya llegamos al aparcamiento de Pagomakurre y en el parque que hay con mesas comimos unos bocatas que nos supieron a gloria:
Nos bajamos, fuimos al hotel, nos duchamos, descansamos un buen rato, que bien lo merecíamos y volvimos a salir a dar una vuelta por el pueblo. Esta vez acabamos tomando un refresco en una cervecería, a un lado de la iglesia de San Bartolomé, donde pudimos asistir a un concierto en directo:
Volvimos a cenar al hotel y después salimos a tomar una copa y, con la misma, nos fuimos a dormir.
Al día siguiente teníamos reservada una sesión de spa en el hotel. Muy bien. Subimos a la habitación, nos cambiamos, acabamos de cerrar las maletas y nos fuimos. El hotel nos gustó mucho, un acierto total. De nuevo, gracias, hija!!!!
Lo siguiente planeado para ese día, el domingo, era ver el paisaje que yo tenía en mi memoria. En el pueblo entramos a pedir información en un centro de interpretación del Parque Natural de Gorbea que hay en la plaza del ayuntamiento y enseguida me entendió la chica cuando pregunté por el bosque de hayas. Me enseñó justo la foto de mi memoria. Nos indicó la mejor forma de ir y nos dio un mapa. Había que subir al puerto de Barazar, en la misma carretera por la que llegamos a Areatza, pero más arriba. En el mismo alto nos salimos de la N-240 por la derecha y fuimos primero al humedal de Saldropo, que nos recomendó la chica, de gran valor paisajístico, ecológico, ... :
Hay un sendero muy llano, de 1,5 km, que lo recorre. No me gustó demasiado, la verdad, yo solo vi naturaleza muerta. Incluso los pinos de un bosque que atravesamos, parecían enfermos:
Y dejamos para el final el hayedo de Otzarreta. Por fin pude ver aquella imagen, que un día descubrí navegando por la web, en vivo y en directo, aunque no esté exactamente igual:
El paisaje de mi retina era de otoño (sin duda la mejor época para verlo), cuando las hojas recién caídas alfombraban completamente el suelo de un tono rojizo, en contraste con el verdor del musgo que vestía los troncos y las ramas que se alzan al cielo en oración, agradeciendo su protección para soportar el frío invierno, mientras el cauce del riachuelo parece jugar a librarlas. ¿O son las hayas las que juegan a interponerse en el camino del agua?... O sea, como en las fotos pero de colores más vivos. Un bosque encantado, que, si tenéis ocasión y vais de Bilbao a Vitoria (o viceversa) por la N-240, no dejéis de acercaros, se llega en coche hasta allí mismo. No os perdais el efecto de las ramas, que al contrario de lo habitual, se alzan al cielo, crecen en vertical, en lugar de horizontal como es lo normal:
Volvimos a salir a la carretera nacional y ya nos vinimos para casa. Un fin de semana perfecto, en esta parte de nuestra maravillosa España que, aunque está tan cerca, a veces parece tan distante. Para repetir, sin duda.
Así que el viernes, después de comer, nos fuimos para el País Vasco. Hacía muy bueno. Nuestro destino estaba a unos 120 km. de casa y en algo más de 1,5 h. estábamos allí. Lo primero tomamos "posesión" de nuestros aposentos; el hotel está a la entrada del pueblo, es sencillo, con una habitación muy correcta:
Después nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. El chico de recepción ya nos dijo que lo más bonito del pueblo estaba de la carretera hacia la izquierda. Y tenía razón. Enseguida nos dimos cuenta de que era un pueblo con cierto encanto. En efecto, en 1996 fue declarado Bien Cultural en la categoría de Conjunto Monumental:
Tiene 2 calles principales, paralelas, y entre ellas algunas estrechas callejuelas:
La plaza del ayuntamiento o Gudarien Plaza es, sin duda, el centro de actividad del pueblo:
A esa misma plaza da el Palacio de Gortázar o de Riscal, ejemplo de construcción aristocrática, con pinturas barrocas alegóricas en su fachada (sí, son pinturas, aunque pudiera parecer en la foto que es pared desconchada):
Callejeando, nos encontramos con la ermita de la Piedad:
El pueblo tiene un hermoso paseo junto al río Arratia, un río con aguas turbulentas, la verdad:
La residencia Bolivar, creada gracias a la donación de Bartolomé Bolivar, que en su testamento dejó dicho que con su dinero se levantara un asilo para los ancianos sin recursos del pueblo y que funcionara también como escuela para niños:
El paseo por la orilla del río me encantó:
Sonidos de mi infancia...:
La iglesia de San Bartolomé es del S. XIV, aunque ampliada y reformada posteriormente, por lo que muestra distintos estilos. Su fachada principal es un claro ejemplo del paso del estilo Plateresco al Renacimiento:
Después de tomarnos un refresco en un bar con un camarero muy, digamos, singular, nos fuimos a cenar al hotel, que lo teníamos también incluido. Era self-service, pequeño, pero suficiente. Después volvimos al mismo bar a tomar un café. Otro ambiente, mismo camarero, misma forma de saltarse la normativa vigente.A dormir, que la aventura del día siguiente se presentaba dura.
La idea era subir a la Cruz de Gorbea. Pensábamos hacerlo desde otro sitio, subiendo al puerto de Barazar, pero ya nos informamos que la subida principal partía del mismo Areatza. Eso sí, nos dijeron que no podríamos subir hasta arriba porque había nieve (jas jas).
Así que al día siguiente, sábado, desayunamos, cogimos el coche y subimos por una especie de carretera, unos 9 km., rodeada de pinos, bueno, más que rodeada, parecía asediada por los pinos. Nunca antes había tenido esa sensación:
Y así llegamos al final de la carretera, a Pagomakurre (a partir de ahí solo pueden pasar los vehículos autorizados), a 878 m. de altitud, con un aparcamiento lleeeeeeno de coches. Era espectacular. La pila de coches que había allí. Pensé que no íbamos a caber todos en aquella montaña. Tuvimos que aparcar casi 1 km. más abajo, donde pudimos.
Y a andar:
Por allí todavía había poca nieve, pero el paisaje era precioso:La ruta parecía muy clara y fácil. Iban también parejas con niños pequeños y perros, muchos perros. Continuamos por la pista, cogiendo altura poco a poco:
A medida que avanzábamos, había más nieve. Lo más feo, la pista, que al pasar tanta gente, estaba "sucia"
Mirando hacia nuestra izquierda se veía montaña limpia, con un pequeño embalse a lo lejos:
Pero continuando nuestra ruta, la cosa se complicaba. Cada vez más nieve. Apenas se podía llegar hasta el refugio Ganguren Mendi Taldea, un poco desviado de nuestro camino. Los padres con niños llegaban, como mucho, hasta allí, una gran campa nevada donde poder jugar con la nieve:
El camino a seguir estaba marcado por las pisadas (que tampoco eran tantas para los coches que había abajo) y unos árboles protegidos por un importante cerramiento:
Echando la vista atrás, mi marido era una hormiguita:
El contraste con la montaña de al lado proporciona imágenes como esta:
A partir de ahí, mucha nieve, pero nosotros seguimos:
Llegamos a lo que parecía un cruce de caminos a juzgar por el poste. Pero sólo había huellas en una dirección, la que nosotros seguíamos:Continuamos hasta un punto donde había otro cartel que indicaba una senda nueva bastante comprometida si no fuera por una alambrada que proporcionaba un poco de protección o de seguridad. Por allí ya nos planteamos volvernos pero siempre hay un "venga, un poco más..." Preguntamos a unos chicos que bajaban y nos dijeron que nos faltaba ya poco (más jas jas) aunque arriba había hielo y niebla. Conseguimos llegar hasta un pequeño hayedo donde hay otro refugio. Dijimos: "hasta donde empieza la cuesta".Y es que veíamos por donde iba la ruta pero cuyo final no veíamos, había mucha niebla:
Al llegar allí, mi marido dijo: "nos volvemos...", pero yo, aunque ya iba muy cansada, pensé que si fuera él solo, seguiría, así que... a tirar para arriba:
Al volver la vista atrás, el camino se perdía de vista:
Ya no podía quedar mucho... venga Jose!!!:
Pero nos faltaba lo peor. Veíamos como que había menos nieve, pero lo que había estaba helado, con lo cual la dificultad era aún mayor. Y no parecía que fuéramos a llegar nunca... Pero en una de esas, entre la niebla pude entrever la cruz. Se lo decía a mi marido, pero cuando él miraba ya no se veía. Así estuvimos un rato: se veía, desaparecía,... hasta que pude hacer la foto, pero ya muy cerca:
Por fin llegamos. Casi 2 horas y media nos llevó hacer lo que sin nieve se puede hacer en hora y media. Me costó mucho, la verdad, pero la satisfacción de haberlo conseguido, también fue muy, muy grande. La cruz está en lo alto de una estructura metálica, estilo torre Eiffel, con estalactitas, excéntricas y toda clase de espeleotemas (es broma, jajaja, que ya sé lo que son), señal del mucho viento y frío que puede llegar a hacer allí arriba. No en vano estamos a 1482 m. de altura. La cruz actual mide algo más de 17 m. Esta es la 3ª cruz que se alza, a las dos anteriores las tiró el viento. Dos de sus patas están en suelo vizcaíno y las otras dos en suelo alavés:
Descansamos un rato por allí. Me llamó la atención el que no hubiera mucha gente arriba, no sé donde estarían los de los coches... Bueno, allí estaba el buzón alpino más bonito de los que he visto, ¿no os parece?:
Y para abajo de nuevo. Ahora buscábamos la zona por donde más nieve hubiera, que siempre era mejor que el hielo. Por cierto, si podéis, mirad estas fotos a pantalla completa, creo que merece la pena (fijaos en el que sube por la izquierda de la foto, que nosotros subimos como si fuera fácil, pero ese parecía que estaba subiendo al Everest, jajaja):
Mirad qué altura de nieve había, que no es broma, a pocas más y le pierdo. Yo, como peso poco, jajaja, no me hundí en ningún momento:
A mí lo que me encanta es bajar, me las apaño muy bien (se nota que he subido y bajado prados...). Me dejo caer, un poco de lado, apoyándome en el palo y que sea lo que Dios quiera...:Volvimos a bajar por donde subimos, ahora más rápido, claro. El hayedo seguía allí:
Pensábamos comer por esa zona, pero hacía un vientillo que nos desanimó, así que continuamos bajando. Ahora ya veíamos la ruta seguida. En la foto, el hayedo queda justo en la espalda de Jose, la subida está justo por encima de su cabeza y hacia la derecha está la Cruz, aunque no se ve por la niebla:
Siempre digo que a mí no me importa regresar por el mismo camino porque siempre se ven diferentes perspectivas. Ahora nos acercamos a esta mesa metálica que tiene grabado un mapa con las montañas que la rodean, sus nombres y su altitud. Pasamos un rato (y sin comer que estábamos):
El resto del camino lo bajamos hablando y viendo, y hablando, y hablando, y viendo... Disfrutando.
Ya llegamos al aparcamiento de Pagomakurre y en el parque que hay con mesas comimos unos bocatas que nos supieron a gloria:
Nos bajamos, fuimos al hotel, nos duchamos, descansamos un buen rato, que bien lo merecíamos y volvimos a salir a dar una vuelta por el pueblo. Esta vez acabamos tomando un refresco en una cervecería, a un lado de la iglesia de San Bartolomé, donde pudimos asistir a un concierto en directo:
Volvimos a cenar al hotel y después salimos a tomar una copa y, con la misma, nos fuimos a dormir.
Al día siguiente teníamos reservada una sesión de spa en el hotel. Muy bien. Subimos a la habitación, nos cambiamos, acabamos de cerrar las maletas y nos fuimos. El hotel nos gustó mucho, un acierto total. De nuevo, gracias, hija!!!!
Lo siguiente planeado para ese día, el domingo, era ver el paisaje que yo tenía en mi memoria. En el pueblo entramos a pedir información en un centro de interpretación del Parque Natural de Gorbea que hay en la plaza del ayuntamiento y enseguida me entendió la chica cuando pregunté por el bosque de hayas. Me enseñó justo la foto de mi memoria. Nos indicó la mejor forma de ir y nos dio un mapa. Había que subir al puerto de Barazar, en la misma carretera por la que llegamos a Areatza, pero más arriba. En el mismo alto nos salimos de la N-240 por la derecha y fuimos primero al humedal de Saldropo, que nos recomendó la chica, de gran valor paisajístico, ecológico, ... :
Hay un sendero muy llano, de 1,5 km, que lo recorre. No me gustó demasiado, la verdad, yo solo vi naturaleza muerta. Incluso los pinos de un bosque que atravesamos, parecían enfermos:
Aun así, esta era la parte más bonita:
Desde el coche no pudimos evitar parar para ver el paisaje. Los Montes Vascos, los que dan continuidad a nuestra cordillera Cantábrica hasta llegar a los Pirineos, ante nuestros ojos:
Y dejamos para el final el hayedo de Otzarreta. Por fin pude ver aquella imagen, que un día descubrí navegando por la web, en vivo y en directo, aunque no esté exactamente igual:
El paisaje de mi retina era de otoño (sin duda la mejor época para verlo), cuando las hojas recién caídas alfombraban completamente el suelo de un tono rojizo, en contraste con el verdor del musgo que vestía los troncos y las ramas que se alzan al cielo en oración, agradeciendo su protección para soportar el frío invierno, mientras el cauce del riachuelo parece jugar a librarlas. ¿O son las hayas las que juegan a interponerse en el camino del agua?... O sea, como en las fotos pero de colores más vivos. Un bosque encantado, que, si tenéis ocasión y vais de Bilbao a Vitoria (o viceversa) por la N-240, no dejéis de acercaros, se llega en coche hasta allí mismo. No os perdais el efecto de las ramas, que al contrario de lo habitual, se alzan al cielo, crecen en vertical, en lugar de horizontal como es lo normal:
Volvimos a salir a la carretera nacional y ya nos vinimos para casa. Un fin de semana perfecto, en esta parte de nuestra maravillosa España que, aunque está tan cerca, a veces parece tan distante. Para repetir, sin duda.
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