Pues este ha sido otro de mis sueños cumplidos. Ya hace mucho, navegando por la red, di con fotos de esta ruta y me impresionaron, así que lo guardé en mi carpeta de "pendientes", para cuando pudiéramos hacerlo. Ya habíamos subido a Tresviso desde Urdón hace años, pero, digamos que por la parte derecha del río, la ruta habitual. Pues esta se hace por la otra parte del río, siguiendo el llamado Canal del Urdón, por donde parece imposible que un ser humano pueda pasar. Rocas verticales, montes cerrados,..., parecen impedir el paso. Pero se puede, cuesta, pero se puede!!!
Subimos en coche hasta Urdón, en el desfiladero de la Hermida, en dirección a Potes. Aparcamos junto a la carretera y comenzamos a caminar. Eran las 9:30 de una mañana soleada, aunque a esa hora hacía un poco fresquito. Enseguida entramos en calor. Empezamos por el mismo camino que se hace la ruta normal de Tresviso, viendo lo primero, la Central Hidroeléctrica que dejamos a nuestra izquierda. Pasamos un puente y un poco más adelante encontramos un pequeño desvío a la izquierda, que va como hacia atrás. Por ahí seguimos, dejando ya el sendero de Tresviso.
Subimos. Y subimos. Y seguimos subiendo. Enseguida vemos la Central allá abajo:
El sendero está claro y el objetivo también: Tenemos que subir a lo alto del tubo verde que, al principio, se intuye a lo lejos:Mirando hacia atrás los monstruos nos acechan. Y nos miran. Y no sabes muy bien si te guiñan el ojo o es que le han perdido en alguna cruenta batalla, intentando comerse a todo aquel que ose subir por aquella montaña. Y allí estaba yo:
Ya nos acercamos al tubo, por un sendero zigzagueante, que llega a un punto en que se bifurca. Nosotros tomamos el de la izquierda, que, aunque el otro también va al mismo sitio, este es el que llega al Casetón de la Electra de Viesgo:
Hay un puente de madera para pasar por encima del tubo, porque, aunque visto en la foto parece un tubucho, es un pedazo de tubería, mirar la foto, yo parezco una hormiguita y estoy subida en una roca:
En esta se ve la bifurcación que os decía antes (siguiendo el sendero que empieza justo en la esquina inferior izquierda de la foto) y el camino que seguimos hasta llegar al puente de madera. Y después el camino que serpentea hacia lo alto:
Y dando vueltas y revueltas, siempre subiendo, eso sí, y cuando parece que el camino nos lleva hasta darnos de morros con una pared, resulta que se abre un túnel:
Nos metemos en la roca que sujeta al tubo, uuuuffffff:Otro túnel sigue ascendiendo por detrás de la tubería:
Cuando nos asomamos vemos el sendero que hemos subido por la ladera adyacente (la Canal de las Aileras). Parece imposible haber subido por allí:
Y así llegamos al final del tubo, a lo más alto. Yo, al verlo desde abajo, no podía ni imaginar que pudiéramos llegar hasta allí, entre otras cosas porque allí se acababa la montaña, no sé como explicarlo. Pues llegamos y por unas escaleras talladas en la roca la acabamos de bordear hacia detrás:
Y así se llega hasta el Casetón de Viesgo, una buena referencia. Hasta allí llega el canal que empieza en el nacimiento del río Urdón y a partir de aquí el agua se mete en la tubería para bajar hasta la Central Hidroeléctrica:
Subimos por unas escaleras en el lateral del Casetón, buscando ahora marcas rojas. . En concreto tenemos que ir hacia el poste que se ve en la foto:
Así llegamos al canal. Nuestro primer contacto con él. Ya creíamos que empezábamos aquí a caminar por el borde del canal. Error. Ya vimos que enseguida se metía en la roca y no había forma de salirse por allí.
Esta ruta trata de seguir el canal siempre que se pueda. Cuando no se puede porque tiene agua o porque el borde acaba metiéndose en la roca, hay que salirse, buscar alternativas, que están más o menos claras porque los operarios que se ocupan de su mantenimiento han buscado la forma. Por eso, a partir de aquí empezamos a encontrar carteles de prohibido el paso y de peligro. Es nuestra responsabilidad continuar.
Así que fuimos un poco para atrás y ya vimos un caminito que bajaba hacia abajo. Le cogimos y nos encontramos con unas cadenas para pasar un tramo un poco más expuesto porque es por donde baja agua cuando llueve y se lleva las piedras del sendero:
Seguimos las marcas rojas, hasta nuestro próximo encuentro con el canal:
Nos subimos al muro, que casi siempre tiene esas barras con hilos metálicos de protección que dan cierta seguridad, siempre puedes echar mano para agarrarte, si no, la alternativa es parar... en algún avellano o en el fondo del valle,... Por aquí el canal llevaba bastante agua y limpísima. En agosto creo que le vacían para limpiarle y mucha gente aprovecha para hacer la ruta por dentro del canal, unos 6 km., de forma más cómoda y sin sensación de vértigo (el que lo sufra, yo no):
Así llegamos a otro túnel con una pasarela metálica para atravesarle:
Y en frente, la subida habitual a Tresviso, el llamado Balcón de Pilatos, que, cuando la hice, me pareció lo más y ahora me parecía...:
Nosotros seguíamos por el borde del canal que cada vez llevaba menos agua (en las fotos que había visto, el agua llegaba hasta casi el borde), hasta que se introducía en la roca:
Abandonamos el canal justo donde hay una caseta que rodeamos, siempre siguiendo el sendero y las marcas rojas:
Hasta llegar de nuevo al canal, con alguna figura arquitectónica y con la "protección" por fuera:
De nuevo abandonamos el canal, ahora creo que por la parte de arriba (siempre con las señales rojas, una flecha en este caso), yendo por un sinuoso camino que podríamos definir como acantilado boscoso:
Un bosque que en algunos momentos parece cerrarnos el paso:
De nuevo enlazamos con el canal que nos conducirá a lo que llaman el Corredor de Matallanas, quizás lo más impactante para la vista, pero para mí lo más cómodo. Se trata de unas planchas de hormigón sujetas a la roca y bajo las cuales sólo hay ... vacío. Nos permiten salvar unos pocos metros de túnel de canal:
Seguimos por lugares donde hasta las rocas parecían inclinarse con miedo intentando ver qué hay allá abajo:
Así continuamos el sendero, cuando por el canal, cuando por tramos alternativos. En una ocasión tuvimos que bajar hasta casi el río por un bosque más bien feo o quizás debería decir sucio, poco agradable, la verdad, con algún pedregal:
Y claro todo lo que bajamos, que no fue poco, tuvimos que subir, hasta una cresta (y cuando digo cresta, digo cresta, casi podíamos poner una pierna para cada lado), donde estaba este curioso árbol, labrado en sí mismo:
Allí comimos, con estas vistas, viendo al fondo nuestro próximo objetivo, sabiendo que la cosa no terminaba allí todavía y sabiendo que todavía teníamos que bajar y subir varias veces antes de llegar a la caseta de Reñinuevo que intuimos al fondo:
En aquella crestería, fácil de identificar porque hay 2 postes de la luz, uno de ellos, metálico y caído, decidimos que, dada la hora que era, más de las 3, íbamos a intentar seguir por el canal. Sí, por dentro del canal, que ahora llevaba ya poco agua. Subimos por la izquierda de los postes y estábamos al borde del canal. Mi marido se descalzó y... al agua, patos:
Mientras yo me preparaba (era un poco reacia, por eso tardé más, jajaja), empezamos a oír un ruido muy raro, como una máquina por el agua, cada vez más cerca. "Si ahora baja una barca, me quedo muerta" pensaba yo. A mi marido le decía que se subiera. Y al final aparecieron ellos, tres chicarrones que al andar por el agua parecían un ejército. Bajaban desde el nacimiento del Urdón por el canal:
Pues nada, al agua. El agua por un poco más arriba del tobillo. Otra forma de verlo:
A veces, cuando nos metíamos en un túnel largo teníamos que encender el foco que mi marido, hombre previsor, llevaba:
La verdad es que los túneles son verdaderas obras arquitectónicas, labrados en la roca, incluso con ventanas hacia el vacío (algunas de estas fotos son hechas con el móvil porque yo tuve problemas con mi cámara de fotos y su tarjeta de memoria. Además, algunas se perdieron en el camino entre el teléfono y el ordenador por lo que hubo que rescatarlas en miniatura, así que la calidad deja mucho que desear, una pena, la verdad, porque el sitio es ES-PEC-TA-CU-LAR, pero esta ha sido una de esas ocasiones en las que hasta la electrónica se alinea para ponerse en contra...):
Cuando veíamos un tramo que pudiéramos seguir por el borde, nos salíamos porque el agua estaba fría, así que acabamos por meternos al agua calzados, como iban los 3 chicos. Y así llegamos al Casetón de Reñinuevo (en la foto se ve un poco de ella):
Ibamos haciendo curvas como el canal, a veces entrando por esquinas inimaginables, saltando, subiendo a puentes,.... Todavía pasamos por otra pasarela al aire:
Casi al final del canal, cuando ya es una cómoda pasarela, le dejamos por la derecha, bajando hacia el río, hasta llegar a un puente que nos permite ver el color de sus aguas:
Habíamos llegado al nacimiento del río Urdón. Ahora teníamos que subir (siempre subir) por la otra ladera hasta el infinito y más allá, por unas angostas escaleras talladas en la piedra, ayudándonos, a veces, con cadenas:
Según tomábamos altura veíamos el canal allá abajo, desde el principio. Daba miedo, la verdad:
Y seguimos subiendo. A mí esto es lo que me resultó más costoso, sin duda, supongo que ya llevaba mis fuerzas al límite:
Después de mucho rato subiendo, con la impresión de que ya se tenía que acabar (pero siempre aparecía otro tramo más y otro, y otro más...), ya llegamos a unas cabañas o restos de ellas donde encontramos la primera señal de un sendero del entorno de Tresviso, con marcas amarillas y blancas, que seguimos a partir de aquí:
Pero todavía quedaba un tramo. Eso sí, las vistas maravillosas:
Pasamos cerca de un prado llanito y muy "prado" (si lo veis entenderéis la expresión), que parecía fuera de lugar. Y así llegamos a la tan esperada pista de cemento rayada, que no pude evitar besar. Es que hubo momentos en que pensé que no iba a poder llegar, uuuffff!!!:
Un último esfuerzo y llegamos a Tresviso. Fuimos al bar a tomar una cerveza reconstituyente y a comprar un poco de queso, que a mi marido le encanta:
Y después de descansar un rato, nos pusimos de nuevo en marcha. Allí cerca, ya bajando, vi algo que me sorprendió y trajo muchos recuerdos a mi mente. Hacía muchos años que no había visto un prado con lo que, en mi pueblo, llamábamos "borregos", una suerte de pequeñas hacinas de hierba, que se hacían cuando aún no estaba lo suficientemente seca como para llevarla al pajar o hacer hacinas grandes, que había que volver a tender al día siguiente. Yo hice muchos:
El bonito pueblo se iba quedando a nuestra espalda:
Comienza la gran bajada, esa que desde el otro lado veíamos con tantas curvas. Desde cualquiera de ellas, el asomarse era una experiencia:
Tomarse un respiro y mirar por donde habíamos subido, allá enfrente, una sensación indescriptible:
Aunque en las fotos, sobre todo en estas que no son de muy buena calidad, no se aprecie, se puede seguir la linea del canal y justo aquí enfrente está el corredor de Matallanas:
Por estas pistas, a veces, bueno, casi todo el tiempo, bajábamos corriendo para soltar un poco las piernas:
Pero todavía nos quedaba cuesta que bajar, las curvas de bajada se suceden a nuestros pies, mientras, enfrente, casi arriba, se ve el canal, (en la foto, haciendo esquina entre lo verde y la roca, ¿lo veis?):
Y así llegamos abajo, justo al anochecer, casi dos horas de bajada y con una satisfacción en mi mismo yo, que no me cabía en mí misma. Lo había conseguido. Los últimos días, según iba buscando más información de la ruta, se me estaba poniendo un nudo a la altura del estómago que ..., además nos dijeron y leímos que, en esos días, una pareja se había perdido por seguir un track en el GPS (aquí no es muy fiable) y la tuvieron que rescatar los guardias, no sé, parecía muy complicado, la calificaban de técnicamente difícil. Como siempre, mi marido obró el milagro, primero animándome a hacerlo, -"hasta donde podamos"- me decía, y después ayudándome a conseguirlo, tanto físicamente (sacándome del canal), como moralmente. Gracias!!!! Fueron veintimuchos kms., 11 horas, muchos puntos positivos para mi autoestima y subida de varios grados de satisfacción personal. La repetiré sin miedo, para disfrutarla a tope, porque lo merece.
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